• Recuerde, tiene que ofrecer paz para tenerla. Tiene que ofrecer paz para conocerla. Intente ofrecer paz en tantos ámbitos como le resulte posible.
Pensar en uno mismo como una persona de paz es el primer paso, pero sólo el primero. El pensamiento debe traducirse en acción. Esfuércese para refrenar su tendencia a provocar enfrentamientos y trastornos en las vidas de otros.

Detenerse y preguntarse si quien está a punto de actuar es su ego, que adora la agitación, o su yo espiritual, que adora la paz, le ayudará a enviar al exterior la respuesta adecuada aun en las situaciones en las que se sienta impaciente o incomprendido.

En esas situaciones, será capaz de decirle sencillamente, por ejemplo, a un dependiente agresivo: «Hoy tiene usted un día malo, ¿verdad?», en lugar de «he estado esperando durante quince minutos y la verdad es que me siento muy mal tratado». Ofrezca paz al exterior por el sistema de contenerse y consultar luego a su amorosa esencia divina.

• Recuerde que su pasado le ha enseñado los mensajes incorrectos si éstos no le aportan paz y felicidad. No tenga miedo de abandonar esas creencias si no le proporcionan una sensación de paz.

Por ejemplo, si le han enseñado a ganar las discusiones y debates a toda costa pero ese comportamiento no le ha procurado una verdadera sensación de paz, pruebe a abandonar esa postura y alentar a los demás a experimentar júbilo. Mire si su júbilo le proporciona una sensación más plena de paz que salir triunfante de la discusión.

• Expulse las emociones de miedo y culpabilidad y reemplácelas por amor, perdón y bondad. Gozará de paz cuando abandone esas respuestas emocionales. Si se siente culpable por su conducta anterior, recuerde que de ese modo está invitando a la agitación a su interior.

Deshágase de la culpabilidad perdonándose a sí mismo y haciéndose la promesa de evitar ese tipo de conducta en el futuro. No necesita sentirse culpable, a menos que quiera que su ego continúe dominando su vida.

Por ejemplo, haga una lista de todo lo que le impide amarse a sí mismo. La lista podría incluir tener sobrepeso, ser celoso, nervioso, adicto a algo, incompetente o desorganizado. Luego, con independencia del esfuerzo que requiera, afirme que se ama a pesar de estar gordo, ser adicto, etc.

Esto le ayudará a sentirse en paz con la decisión que ha tomado, y a darse cuenta de que no es ese cuerpo ni esos deseos. Usted es el ser invisible que decide. A medida que se sienta más en paz con el que decide, el espíritu del amor comenzará a reemplazar las elecciones perjudiciales para alcanzar la paz.

Examine todo lo que le ofende y mire si puede conseguir que su ego haga mutis por el foro. Si el hambre y la inanición del mundo le sacan de sus casillas, intente cambiar a una nueva conciencia.

De algún modo que yo no comprendo, estas cosas ocurren según un orden divino, y también mi deseo de cambiarlo existe según un orden divino. Despójese de lo negativo y varíe su rumbo.

Cuando uno se siente molesto o indignado, en realidad está pensando: «Esto es horrible, no debería estar sucediendo. ¿Cómo puede Dios permitirlo?». Líbrese de su ego, y luego actúe según eso que defiende. No hay necesidad de cobijar sentimientos de violencia.

De modo similar, si el comportamiento de alguien le resulta ofensivo, es porque está interpretando esa conducta desde su egocentrismo, el cual sostiene que esa persona no debería actuar como lo hace. Es usted quien escoge sentirse ofendido, herido o enfadado por su comportamiento.

Pero esa persona está actuando según es. El que se sienta ofendido es obra de su ego, que quiere mantenerle en la ansiedad. Si no se lo toma como algo personal, y si juzga el comportamiento por lo que es, podrá erradicar los males del mundo sin que el ego le ponga impedimentos por el sistema de encresparle.

• Tenga presente que los agravios acarrean agitación, mientras que la comunicación trae paz. Si quiere paz en su vida, olvídese de los agravios. La manera de desestimar estos agravios es abandonar el egocentrismo y practicar el perdón, no la venganza. Al abandonar el egocentrismo, le sobrevendrá una sensación de paz. Si está enfadado con alguien, por muy difícil que pueda resultarle, esfuércese por comunicarle sus sentimientos al respecto.

Su resistencia a comunicarse es una consecuencia de la estrategia de su ego. Si permite que se encone, mantendrá viva la agitación y nunca le embriagará el éxtasis que la paz aporta. Cuando se resista a comunicarse con alguien, recuerde que ello es obra de su ego, y que usted está decidido a tener paz. Unos minutos de conversación e incluso de perdón, alejarán la agitación y debilitarán la influencia de su ego.

Su indignación o angustia por ser tratado de manera injusta es precisamente lo que su ego pretende, puesto que eso le mantendrá apartado de la búsqueda espiritual y en las garras de su ego.

• Tenga esta pequeña frase a mano: «El enjuiciamiento y la paz son antitéticos». El libro A Course in Miracles nos dice: «La tensión del enjuiciamiento constante resulta prácticamente intolerable. Es curioso que una práctica tan dañina sea tan seguida».

Usted tiene que realizar un esfuerzo para mirar a los demás sin condenarlos. Cada enjuiciamiento le aparta de su meta de paz. A su ego le encanta que usted juzgue, dado que con esos juicios usted permanece en un continuo estado de angustia y remordimiento. Tenga presente que nadie queda definido por sus juicios, sino que se define a sí mismo como alguien que necesita juzgar.

El juzgar a los demás de modo condenatorio le niega la posibilidad de que experimente amor. Si puede permanecer neutral, en lugar de condenar, llegará al júbilo sobre el que estoy escribiendo. No tiene que fingir que le encanta algo que aborrece. Limítese a permanecer neutral y dejar que sus juicios se desvanezcan.

La paz no se halla en tener razón o sentirse herido o enojado. Por supuesto, esfuércese para corregir aquello que percibe como negativo, pero hágalo sabiendo que cualquier sentimiento de enojo le impide co-nocer a Dios.

La paz llegará cuando usted sea un reformador, no un juez.

• Hágase el regalo de un retiro en silencio cada día. Aunque sólo sea unos momentos. Regrese a esa clave de acceso a la conciencia superior, acalle el diálogo interno y conozca la diferencia entre el parloteo y el júbilo del espacio unificado. Cuando comience a disfrutar regularmente de momentos de silencio, los codiciará e insistirá en que sean una parte de su vida, con independencia de lo atareado que esté. Ésta es la forma más segura de librarse de la férula del ego y alcanzar la visión interna de paz que es su legítimo derecho.

• ha mejor de las técnicas para traer paz a su vida es recordar que siempre debe escoger la amabilidad ante la alternativa de tener razón o ser amable.
Éste es el método más eficaz que conozco para tener una sensación de paz. Y recuerde, siempre tiene esa alternativa.

• Tenga como algo predominante en su mente el hecho de que existe un lugar dentro de usted donde hay una paz perfecta y donde nada resulta imposible.

Si ora de forma regular, llegará a ese punto. La paz será suya con que sólo la pida.

En el libro Yoga Vasistha, se nos recuerda la necesidad de paz:

Esta vida mundana no conduce a la verdadera felicidad, así que busca el estado de ecuanimidad en el que experimentarás paz, júbilo y verdad.

Si permaneces en la incertidumbre, no habrá paz, no habrá felicidad.

Esta idea de la incertidumbre le resultará útil. La incertidumbre se traduce en agitación; la ecuanimidad, en paz. Dicho estado de ecuanimidad es inalcanzable mediante el ego. Debe poner su yo espiritual al timón de su nave.

Si continúa al timón el ego, permanecerá en la incertidumbre eterna-mente. Su yo espiritual —y sólo él—, alienta la paz. Él quiere, desesperadamente, que conozca el júbilo de ese estado interno de ecuanimidad.

Su yo superior siempre alienta la paz. Si tiene la duda de si es su ego o su y o espiritual el que le impulsa a algo, la respuesta se torna evidente cuando uno se pregunta: «¿Esto me traerá paz o agitación?».

Sé que me hago mas fuerte al intentar convertir en verdad mi propia realidad

WAYNE W. DYER
TUS ZONAS SAGRADAS
DECÍDETE A SER LIBRE