PUEDES AYUDARLA Si te fijas en todos estos síntomas que te vamos a describir en este post: En la vida diaria vemos mujeres cercanas familiares, amigas, vecinas, etc…, y que a pesar de vivir violencia psicológica, emocional y física, permanecen sin poder salir de estas relaciones destructivas. La angustia y el miedo les impiden tener la fortaleza de poder terminar este tipo de relaciones. Se quedan calladas y se sienten incapaces de expresar el enfado y la frustración que se convierte en una autodestrucción denominada depresión.

Soportar, luchar, permitir lo insoportable y aguantar maltratos no es amor. La codependencia te lleva a que tus relaciones sean dolorosas y terminen en un mismo patrón desastroso.

Es importante reconocer que una relación comienza mucho antes de encontrarse con esa persona, comienza contigo mismo. Para todos los lectores que quisieran darse cuenta de aquello que les hace permanecer como “víctimas” de una relación les compartimos lo siguiente.

Baja Autoestima

Reconocer que seguramente antes de haber entrado a una relación de abuso existía poca valoración y reconocimiento propio. De forma inconsciente el no valorarse como alguien realmente merecedor de una relación de amor, seguridad y reciprocidad lleva a la persona a escoger a alguien con características violentas y agresivas.

Así mismo el sentirse inferior o poca cosa será reforzado repetidamente por la pareja a través de críticas, hallar faltas en todas sus actos, devaluar el aspecto físico y empequeñecer sus talentos.

Patrones

Es común que la mujer víctima de violencia por lo general procede de una familia donde el maltrato fue habitual del padre hacia la madre. De esta forma ella se identifica con su madre asimilando la baja autoestima, codependencia, inseguridad, incapacidad para poner límites, dificultad para expresar, pérdida de identidad y autodestrucción.

Por consiguiente, el resultado es una cadena de futuras generaciones de mujeres victimizadas y hombres que victimizan.

Dependencia

Una pareja cura busca que el amor sea libertad.

“¿Qué harías sin mí? Nadie te va a amar como yo. No sabes hacer nada sin mí.” La mujer al escuchar repetitivamente estas frases se convence de que sin él no puede existir. Se convierte en una relación donde el amor es la necesidad y dependencia del otro para estar bien y para evadir a nuestro verdadero yo.

Codependencia

Creer que uno logrará que cambie el otro es una gran frustración. Sacrificarse por la pareja, complacerlo, asumir culpa, llevarle la corriente, hablar o callar a su gusto se convierten en una falsa esperanza. Una relación de pareja es para siempre estar mejor. Si la persona con la que estás es quien mereces, comenzará a darte el amor que esperas de lo contrario la principal fuente de frustración a nivel de pareja es querer cambiar al otro.

Manipulación

El arte de manipular y controlar se convierte en un modelo de convivencia tóxica. Es decir el hombre utiliza la manipulación para dominar y generar miedo en su pareja y la mujer utiliza la manipulación para hacer sentir mal al otro, buscar atención de los demás y aliarse del sufrimiento y la tristeza para conseguir una ganancia secundaria: consuelo y compasión.

Compromisos rápidos

Sólo cuando uno ha aprendido a aceptarse y amarse a sí mismo, es capaz de aceptar y amar a los demás. El estar con una pareja destructiva se vuelve un miedo a no enfrentar un vacío emocional. Resulta casi predecible que al no tener consciente estas carencias emocionales (necesidad de ser reconocida, de ser amada, inseguridad, miedo), es probable que uno vuelva a escoger el mismo tipo de patrón: hombres violentos.

La pareja se convierte en este constante señalamiento: “él es el malo” y se evade la responsabilidad de uno mismo. ¿Por qué permito este tipo de relaciones? ¿Qué puedo hacer para vivir mi vida y no vivir a la sombra del otro?

Depresión

El vivir dentro de un ambiente de poca libertad abrumada por el miedo donde no se pueden satisfacer deseos propios, constantemente se está bajo el peligro de experimentar sentimientos de desesperanza e impotencia.

La agresión vivida día a día ya sea a través de actos verbales, físicos y emocionales dejan a la víctima en sentimientos de mucha impotencia, frustración y tristeza. A la vez esto se transforma en mucho enojo y rabia hacia la pareja. Al no poder expresar con límites o de forma verbal esta agresión, se vuelca hacia uno mismo en forma de depresión.

Abuso de drogas y/o alcohol

El abuso de alguna sustancia tóxica se convierte en un tipo de sedante psicológico para poder resistir la victimización. Se siente como un refugio a la realidad vivida día a día y la bebida se transforma en el único desahogo emocional que la víctima puede ejercer.

Pérdida de identidad

¿Quién soy yo? El vivir en un ambiente de mucho miedo, como forma de instinto de supervivencia, la mujer se centra en buscar siempre su seguridad y mantenerse fuera de peligro. Ya no piensa en sus propios deseos sino en enfocar su atención en lo que él pueda hacerle o no hacerle. Se siente consumida.

La mujer violentada pierde, olvida y desconoce quien realmente es o fue en algún momento. El profundo miedo a independizarse, miedo a la autonomía, la paraliza porque una vez libre no sabe hacia dónde ir o a quien pertenecer.

No estás sola: Recuerda que uno decide por sí mismo y es responsabilidad de uno buscar la felicidad. Es necesario llorar el tiempo perdido para no seguir perdiéndolo, limpiar la tristeza que se disfraza de enojo, miedo, frustración ante la violencia vivida.