CAMINA PARA SANAR LAS PENAS
CAMINA PARA SANAR LAS PENAS

CAMINA PARA SANAR LAS PENAS

Caminar vuelve al cerebro mas creativo y sana las penas

Como ya sabes, la depresión, o incluso pasar periodos muy largos con estrés y ansiedad, hacen que nuestro cerebro presente un déficit en procesos cognitivos básicos, como es el caso de la memoria, la capacidad de comprensión, la creatividad, etc.

EL CAMINAR OXIGENA Y ACTIVA !!!
Hay un aspecto realmente interesante que debemos tener presente. Hábitos que, sin que nos demos cuenta, van haciendo que nuestro cerebro acabe “automatizado” y, por tanto, estresado. No olvides estos aspectos:

El mayor enemigo para nuestro cerebro es la rutina. El simple acto de hacer todos los días las mismas cosas consigue que vayamos cayendo en una especie de depresión y en un inevitable desánimo. Poco a poco, nuestro cerebro se vuelve un poco más lento. Nuestra atención ya no es la misma porque, en realidad, no tenemos estímulos nuevos en los que fijarnos. Tenemos algunos fallos de memoria porque pocas cosas nos parecen ya interesantes. Ante una baja motivación, el recuerdo es menor.

La rutina nos baja el ánimo y el desánimo, en consecuencia, afecta notablemente al cerebro, establecemos menos conexiones neuronales, menos sinapsis…
Día a día, nuestro cerebro actúa ya de modo automatizado. Ya no hay momentos para el disfrute y la creatividad, y él se rige entonces por pautas establecidas, como funcionaría, por ejemplo, cualquier ordenador al que hubiéramos programado. Es un riesgo muy elevado para nuestra salud emocional y, también, física.

Según el doctor José Ángel Obeso, los cerebros automatizados se dan especialmente en las grandes ciudades. Entre aquellas personas que apenas dedican tiempo a sus propias necesidades emocionales, que viven en grandes urbes rodeadas de contaminación y dosis muy elevadas de estrés.

“Los caminantes no tienen obligaciones, solo el sencillo bienestar de liberarse paso a paso en su camino”. Según el doctor José Ángel Obeso, los beneficios no se notan en el primer día, sino cuando llevamos ya una semana y caminar es un hábito más en nuestras vidas. Es entonces cuando empezamos a notar sus terapéuticos resultados:

Al andar, el cerebro no tiene que preocuparse de nada. Andar es fácil, todo el mundo puede hacerlo y si, además, recibe una dosis extra de oxígeno y del aire puro de la naturaleza, se siente aún mejor. Es en ese momento cuando empieza a estimularse nuestro lóbulo frontal, ese que está relacionado con la creatividad y el estado de ánimo. Si a ello le sumamos la liberación natural de endorfinas, es entonces cuando aparece la magia. El cerebro se siente más eufórico y optimista.

Ante un mejor estado de ánimo, aparece un aumento de la creatividad. No hay presiones, la hormona del cortisol que se segrega con el estrés desaparece y se rompen esos muros que, habitualmente, nos traen el negativismo. Es el momento en que vemos las cosas de otro modo. Nos notamos más relajadas, más entusiastas, más confiadas.

Las personas estamos acostumbradas a movernos en espacios pequeños:nuestro hogar, nuestro trabajo, los restaurantes a los que vamos, los supermercados… Son espacios limitados, siempre llenos de gente. Lugares conocidos en los que, habitualmente, se encienden nuestras tensiones. Sin embargo, el simple hecho de empezar a caminar por un espacio natural y abierto se convierte en un maravilloso acto de liberación y de expansión.
Debemos buscar, ante todo, el contacto con la naturaleza. Es como volver al útero materno, a nuestros orígenes. No es ningún acto espiritual sino, más bien, una necesidad orgánica. Si andamos por nuestras ciudades, seguimos respirando muchas de esas partículas contaminadas. Lo ideal es que nuestros pulmones se llenen de oxigeno puro, y también es necesario que nuestros ojos se encuentren con escenarios nuevos, con nuevos estímulos con los que se enriquezca nuestro cerebro.