En general se entiende por conciencia corporal la capacidad de sentir el cuerpo. Se supone que las personas que trabajan mucho el cuerpo como bailarines, gimnastas etc…tienen una elevada conciencia corporal, porque controlan su cuerpo. Pero control no es lo mismo que conciencia.

El sentido que quiero darle al termino de conciencia corporal es el de habitar. Habitar el cuerpo.

Habitar el cuerpo es tener una conciencia del cuerpo no externa sino desde el interior. Sentirnos presentes en él. Que nuestra mente y nuestro cuerpo son uno.

Esto que puede parecer una simpleza no lo es tanto cuando intentamos hacernos conscientes de ello. Es curioso ver como las personas se sorprenden al comprobar que hay zonas de su cuerpo a donde les cuesta ir con su conciencia, que, si se fijan, sienten extraños a ellos mismos, sintiendo, incluso a veces, rechazo al intentarlo.

Denominan a estas zonas. “zona negra” “zona oscura” “zona ausente” “barrera” etc…

En otros términos, ocupar con nuestra energía o nuestra conciencia todo el espacio interior del cuerpo, tener esta percepción interna, implica sentir, y no solo saber, que forma parte de nuestro “yo”.

Lo que yo llamo “Los agujeros del yo” tiene que ver con los brechas en esta conciencia corporal. Esta ausencia de la conciencia en una parte del cuerpo, que la mayor parte del tiempo es inconsciente. ¡estamos tan acostumbrados a vivir así!.

Una ausencia que tiene su historia; en algún momento se cerró ésta percepción más sutil, porque la información que contiene, en alguna circunstancia fue conflictiva.

El bloqueo de la percepción profunda de alguna parte del cuerpo, tiene que ver con mucho más que con una patología, un malestar o un dolor. Afecta al “Yo”, la conciencia de uno mismo. La conciencia de ser uno en el aquí y el ahora.

Estas faltas de conciencia corporal, estas zonas del cuerpo no habitadas, de las que se tiene una conciencia difusa, que podrían parecer de índole simplemente física, tienen su correspondencia con faltas de estructuración del “yo”.

Esto tiene una lectura a nivel corporal y un ojo experimentado las detecta con cierta facilidad.

Por ejemplo unas piernas no habitadas, podrán leerse porque, a nivel corporal, podremos observar tensión, que podría manifestarse, por ejemplo, en unas ingles cerradas con un pliegue más marcado que lo habitual. A nivel energético veremos un cambio de brillo en la piel, y de coloración que aparecerá más mortecina. Y al nivel de la sensación la persona se dará cuenta que existe una cierta barrera que le impide realmente habitarlas. Y, quizás, al intentarlo le entre un cierto desasosiego.