Las lateralidades físicas de los síntomas son absolutamente reveladoras de lo que ocurre en nuestro interior, por ello es posible que muchos lectores interesados en la autocuración y que hayan leído a otros autores, puedan sorprenderse cuando manifiesto que el lado derecho del cuerpo representa para mí el símbolo de la “madre” y el lado izquierdo el símbolo del “padre”.

Como comprenderán no es ésta una afirmación dicha a la ligera si no que está basada en un estudio profundo del tema.
Yo, cuando empecé a interesarme en la curación holística, también aprendí lo contrario. Es decir, que el lado derecho del cuerpo regido por el hemisferio izquierdo estaba relacionado con la acción, la razón, con la energía Yang y, consecuentemente con el símbolo masculino, con el padre o con sus representantes (la autoridad, etc.) y el lado izquierdo regido por el hemisferio derecho estaba relacionado con la intuición, con la energía Yin, con el lado femenino y la madre o con sus representantes (instituciones, sociedad, etc.).

Así podemos llegar a la conclusión que las afecciones del lado derecho nos hablan de algún conflicto con un elemento masculino, con el hijo, con el padre o con los que lo representan, el jefe, la autoridad, etc. Del mismo modo, el lado izquierdo evocaría las dificultades de relación con un elemento femenino, la hija, la madre o con el hogar, la casa, la sociedad, etc.

Pero a pesar de que este posicionamiento es correcto para la fisiología, para la ciencia, no se puede considerar válido ni acertado para el desciframiento del lenguaje del cuerpo, ya que está basado en un error.

Las personas tenemos dos sistemas nerviosos bien diferenciados que actúan en nuestro cuerpo: el sistema nervioso central o cerebroespinal que está regido por el cerebro y por nuestro Consciente y el sistema nervioso autónomo o neurovegetativo que está regido por nuestro No – Consciente. A su vez el sistema nervioso autónomo está dividido en dos: el sistema simpático y el parasimpático (o sistema vago).

El sistema nervioso central es el que regula la vida consciente y voluntaria. Las informaciones provienen de los cinco sentidos y tiene una gran repercusión sobre todos los procesos que el hombre puede realizar de forma voluntaria, como caminar, coger un vaso, abrazar, etc. ya que actúa sobre las fibras musculares “blancas” situadas principalmente en los brazos y en las piernas.

Sin embargo, el sistema nervioso autónomo rige todo lo que es involuntario, inconsciente en nuestro organismo, como la digestión, el sistema inmunológico, el funcionamiento del corazón, etc. y de él dependen casi totalmente las llamadas fibras “rojas” como el corazón, el páncreas, el hígado, etc.

Ahora bien, a diferencia del sistema nervioso central , que como hemos visto, se cruza a nivel de la garganta, por lo que cada hemisferio cerebral gobierna el lado del cuerpo contrario al que se encuentra situado, el sistema nervioso autónomo, no se cruza, si no que se extiende a partir de un eje central uniforme. Desde la cabeza a los pies, la derecha se mantiene a la derecha y la izquierda, a la izquierda.

Teniendo en cuenta que no es el cerebro, por medio de su sistema nervioso central el que actúa en las enfermedades y en los accidentes, ya que no se consideran procesos voluntarios del ser humano (nadie se pone enfermo intencionadamente) sino más bien inconscientes y, por consiguiente, procedentes del sistema nervioso autónomo regido por nuestro No- Consciente, yo estoy convencido que la lateralización que debemos tener en cuenta, cada vez que estemos en presencia de un síntoma lateralizado es : la derecha como símbolo de la “madre”, femenino y la izquierda como símbolo del “padre”, masculino. Esto debe de ser así para todas las personas diestras y a la inversa, para todas las personas nacidas biológicamente zurdas.

También hay otra explicación más sutil: según la psicología, en cada ser humano se encuentran las dos polaridades, una visible y otra oculta, masculina-femenina, hombre-mujer, pero tanto física como psicológicamente desarrollamos de modo preferente una de ellas dejando la otra en la sombra. Según C. G. Jung, la sombra es la suma de todas las facetas de la realidad que el individuo no reconoce o no quiere reconocer en sí y que, por consiguiente, descarta.

No reconocer la sombra, la parte oculta que hay en nosotros, nos angustia y nos hace sufrir, ya que cuando uno rechaza en su interior un principio determinado, cada vez que lo encuentre en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de angustia y repudio y le llevará a proyectarlos sobre su cónyuge o pareja. De dicha proyección emana la tendencia de resaltar las cualidades o defectos de otra persona que, en realidad, solo reflejan, como si se tratara de un espejo, la belleza o las imperfecciones de nuestra propia alma.

Con ésta teoría podemos comprender que nuestra dificultad no procede de lo visible, de esa parte de nosotros con la que nos identificamos, sino de lo invisible, de esa otra parte que no queremos ver.

Por eso cuando una persona tiene algún síntoma negativo en su rodilla derecha, símbolo de la acción, de la razón, ya que está gobernada por el hemisferio izquierdo, masculino, podría manifestar alguna dificultad con su parte invisible y secreta, es decir, con su dimensión femenina oculta, a la que se ve confrontada a través de una mujer de su entorno, la que le llevará a tomar conciencia del problema-de matiz femenina- que tiene. Hay que tener en cuenta que esta regla es así solo para las personas diestras y a la inversa, para las personas biológicamente zurdas.