Entrevista a Daniel Pérez, un autentico Shaolín

«En las artes marciales hay mucho narcisista»
Es un shaolín de verdad. Un maestro del Shaolin Wahnam Institute.

Daniel Pérez.

–¿Estoy ante un shaolín de verdad? 
–Soy un auténtico practicante de sha-olín kung-fu y de shaolín chi kung.

–Menos mal. ¿Un monje? 
–No. Los monjes shaolín ya no existen. El kung-fu tradicional nació en el Templo de Shaolín, pero hace 100 años se perdió, entre otras razones, por la Revolución Cultural china. Siendo optimista, diría que solo el 20% de los practicantes de kung-fu hacen kung-fu tradicional. El resto hace wushu moderno. Trabajan más las pesas que la fuerza interior.

–¿Cómo distinguir al verdadero maestro del falso? 
–Si no estás iniciado, es difícil. El maestro debe ser un ejemplo de los beneficios que el arte del kung-fu otorga tras una práctica correcta. Debe saber usar los movimientos de kung-fu en el combate –no vale hacerlos en solitario y usar boxeo en el enfrentamiento–, ser una persona moralmente recta, tener buena salud y equilibrio mental.

–¿Hay mucho desequilibrado o Juan Carlos Aguilar es una rareza? 
–En las artes marciales hay mucho descentrado, narcisista e incluso sádico. Pero a ese señor prefiero no darle protagonismo.

–Solo una pregunta. ¿Le conocía? 
–Nunca le conocí en persona. Sabía que era un egocéntrico y, como sé que en los monasterios shaolín no hay monjes sino escuelas de wushu moderno, también sabía que no podía ser un monje. En mi opinión –soy aficionado a la criminología–, es un asesino en serie.

–¿Cómo se metió usted en la senda? 
–En 1999 trabajaba en una papelería y, hojeando una revista de artes marciales, encontré una entrevista al maestro Wong Kiew Kit, del Shaolin Wahnam Institute. Decía que muchos practicantes de kung-fu no sabían pegar y que muchos practicantes de chi kung no tenían buena salud. Coincidía con lo que yo había leído en los textos clásicos. Al poco tiempo, el maestro Wong vino a enseñar a Gràcia, mi barrio.

–¿Vino a Gràcia desde Malasia? 
–El destino. Yo llevaba cinco o seis años practicando kung-fu, pero en cinco minutos él me convenció para seguir sus enseñanzas.

–Incluso le siguió hasta Kuala Lumpur. 
–Asistí a cursos para maestros. En un intensivo, tuvimos que practicar combate sin protecciones durante ocho horas sin parar, a 30 grados y con una humedad del 90%. Pensé que no aguantaría, pero llegaba a la noche tan fresco. Eso es la fuerza interna.

–¿Caza moscas al vuelo? 
–No.

–¿Salta de tejado a tejado? 

–Existen puertas y ascensores. La filosofía shaolín exige usar la cabeza.

–Armas sí sabe manejar, ¿no? 
–Usamos sables, lanzas, espadas, cuchillos. Preservan la cultura del kung-fu y ayudan al combate sin armas. Pero no me interesan mucho las exhibiciones. No tienen utilidad práctica y en el pasado eran llamadas despectivamente «exhibiciones de machotes». Los verdaderos secretos son el entrenamiento de la mente y la energía vital, que son las que proporcionan salud radiante, longevidad, fuerza interna, claridad mental y serenidad.

–Explíqueme una proeza. 
–A los 42 años estoy mejor que a los 24.

–Otra más en plan… pequeño saltamontes. 
–A pesar de que tengo un físico pequeño, puedo enfrentarme a hombres de 100 kilos. Y mi fuerza aumenta con la edad. Proviene de mi flujo de energía, no de los músculos.

–Pero, delante de un tipo de 100 kilos, ¿qué hace? 
–Si estás bien entrenado, un movimiento automático. Hay que mirar al oponente y, si ataca, aplicar una secuencia de combate. Entrenar mucho dispara el piloto automático.

–Una curiosidad: ¿Vive del kung-fu?
–He trabajado en fábricas, en Correos… Pero ahora vivo de esto, sí. Tengo unos pocos y buenos alumnos. Y cada vez me interesan más los aspectos de la salud. El chi kung es fantástico para superar disfunciónes difíciles de sanar, mejorar el rendimiento y combatir el estrés.

Entrevista realizada por: NÚRIA NAVARRO