“A algunos los disfraces no los disfrazan sino que los destapan”.

¿Hay algo mejor que salir una mañana a trotar, a escalar o en bici con los amigos al ritmo del mas lento mientras charlas afablemente?, ¿hay algo mejor que animar y ayudar a alguien a superarse y alegrarse de sus éxitos?. ¿No tiene el mismo mérito en una carrera, la liviana liebre que la gana, que el percherón que queda el último venciéndose a si mismo con un enorme sacrificio físico y psicológico?. ¿No siente parecido el Alpinista que alcanza una gran cumbre, que el senderista que se aventura a vencer sus dudas y recelos y escala su primer tres mil?.
Todo tiene un comienzo: ¿Porque en el mundo deportivo hay personas más preocupadas en desear fatalidades a los otros, que en hacerse bien a sí mismos?

Siempre hemos creído que la competitividad es el detonante que hace que una persona se supere. Que conocer a otros mejores que tú en cualquier cosa, despierta el deseo de progresar.
Durante estos años de diferentes practicas deportivas, he llegado a la conclusión de que en realidad, la competitividad “mal entendida” provoca envidias, malos modos, criticas e incluso intrigas. Si destacas en algo, eres juzgado.

La superación, como siempre digo, debe realizarse en relación con nosotros mismos, nuestras propias capacidades y destrezas, y sin compararnos con nadie, pues cada uno posee sus propias cualidades o circunstancias, y no son para nada comparables con las de ningún otro.
La superación personal puede alentarse con la admiración, si, pero combinada con una gran proporción de generosidad y humildad.

Admirar, no envidiar. Naturalidad y franqueza. Es la única y verdadera manera de evolucionar en el deporte cuando lo practicamos por verdadero placer. Somos deportista, entusiastas, adictos, devotos, y no fanáticos ni detractores ¡coño!…
La envidia es una manifestación psicológica demasiado común en las practicas deportivas y deberíamos desterrarla ya.
¿Se trata de un sentimiento de frustración ante algún bien, beneficio, superioridad o éxito de otra persona? ¿Por qué?… ¿El envidioso es un resentido o quizás un frustrado?

Sea lo que sea, quiero imaginar que quien actúa así no sabe que lo es y por eso siente consciente o inconscientemente rencor irracional contra otras personas que igual ni conoce, pero poseen algo que él también desea y no puede, o lo mas alarmante “no quiere” o “no se atreve” a realizar… ¿por miedo al fracaso?

Así, en lugar de apreciar sus propias carencias, aceptarlas, superarlas o resolverlas, desprecia y desdeña. En vez de luchar por sus propios empeños, prefiere de alguna manera destruir la competencia.
Experimentar un ansia persistente de destacar, ganar, ser el «más», «el mejor», no es bueno…..y….. no creo que sean felices los que practican deporte con este pesado condicionante.

Sentirte continuamente forzado y afligido por tus propios éxitos, fracasos, o incluso por el de los demás.
Vivir en crónica competencia contra el mundo que te rodea, no puede ser bueno. Seguro que todo esto condiciona tu personalidad, tu vida y tu felicidad.

En resumen: cada día la gente se aficiona mas a todo tipo de deporte, y por tanto en el deporte hoy en día, gracias a Dios hay un altísimo porcentaje (cada vez mas) de gente afable, llana, humilde, cómplice y colega (todos conocemos muchos), pero también, por desgracia existen personajes insatisfechos, recelosos e intrigantes (todos conocemos alguno).
Esto se cura concienciándose y resolviendo tus propias carencias, creciendo, madurando, compartiendo. Divirtiéndote. Una persona realmente madura no envidia.

Deporte, envidia y competitividad mal entendida, no deberían caminar juntas, y mucho menos en el deporte amateur.