En las películas vemos la pareja que se conocen, se enamoran y todo es perfecto. Parece que no tengan nunca problemas, sin embargo, la realidad es distinta. Muchas personas se casan y creen que el amor es para siempre, pero para mantener una relación de pareja, las personas necesitan invertir su tiempo y su cariño en la otra persona.

Establecer una cura relación de pareja es una ardua tarea que requiere la participación activa, alerta y creativa de dos personas que en un momento determinado sienten un gran amor el uno por el otro y deciden compartir sus vidas, con la común promesa de amarse y ser felices por el resto de sus vidas, promesa que ninguno de los dos puede asegurar que cumplirá. De ahí que lo que realmente se presenta es un deseo que puede llegar o no a ser una realidad y que jugará en ello la voluntad de ambos para hacer todo lo que esté a su alcance para que ese deseo sea posible. Y hablamos de vivir juntos con amor y no sólo de vivir juntos para siempre, porque la diferencia es altamente significativa.

Vivir juntos porque así lo prometimos, por los hijos, la religión, la familia, es muy distinto a vivir juntos porque nos amamos, compartimos valores, disfrutamos la compañía del otro, y somos capaces de inyectar pasión sin apartar la razón. Es la relación que podríamos llamar “cura”, donde sigue existiendo la atracción y el deseo, la alegría de un compartir recíproco y el amor que se da sin esperar nada a cambio, donde no existe esfuerzo para amar, se disfruta la buenaventura y se sufren las desventuras de la otra persona.

La atracción y el amor son sentimientos que surgen, que no se planifican. Por su parte, una pareja sí se construye, aunque obviamente, su origen parta de esa atracción inicial que poco a poco, o en algunos casos muy rápido, se va transformando en amor. Y en esa construcción y mantenimiento está implícita una tarea bastante laboriosa, tarea que, si así lo deciden ha de durar toda la vida.

Por supuesto no existe una receta o una guía que aplicada rigurosamente garantice una cura y funcional relación de pareja. Cada pareja es un ente distinto y en cada caso habrán de determinar las vías y elementos que los conducirán a su propio estilo. Lo que si es cierto, es que no importa cómo lo logren, lo sano o funcional de la relación siempre va a depender del mantenimiento del amor, el deseo y la reciprocidad compartida de los sabores y sinsabores.

El tiempo y la atención:

El tiempo y la atención que se dedique al otro son dos elementos muy importantes. Si disponemos de ambos y estamos preparados para ofrecérselas a esa relación, tendremos la mitad del camino abonado para recorrerlo con mayores probabilidades de éxito.

La mayoría de los fracasos matrimoniales y de pareja, así como la ruptura de las amistades, se deben a que las personas, o bien no tienen el suficiente interés en mantenerlas o no les dedican el tiempo y la atención suficiente.

Metafóricamente hablando, si no dedicamos tiempo para regar y cultivar una planta, ésta irremediablemente morirá. Al igual que las plantas mismas, las relaciones necesitan mucha dedicación, mucho tiempo y los frutos siempre aparecerán.

Falta de tiempo y atención a la relación, termina siendo sinónimo de desinterés, que suele derivarse en otros intereses que se manifestarán en más salidas con los amigos, más trabajo, nuevas actividades, cada vez hay menos cosas de las que hablar, menos cosas que compartir, menos interés por las cosas del otro, comportamientos que obviamente irán poco a poco deteriorando la relación hasta la fin de un ciclo irremediable del amor, con la consecuente separación o el ficticio y traumático mantenimiento de la misma, por razones muy distintas a las originalmente proyectadas.

Aquí me permito citar a Walter Riso en su libro Deshojando Margaritas donde afirma “La responsabilidad asumida de compartir una vida sin nada de amor, es una de las formas más terribles de la esclavitud”

La comunicación:

Éste es uno de los aspectos más trillados. Es común escuchar “es que tenemos un problema de comunicación”. El punto está en precisar ¿Qué es lo que no estamos comunicando, qué específicamente en la comunicación está fallando?, estoy expresando lo que quiero o estoy esperando que mi pareja adivine, porque “…es que es tan obvio, que no tengo porque pedírselo…”. Esta especificidad puede dar un camino para abordar y tratar el problema, caso contrario estaremos girando en un círculo sin soluciones.

¿Qué tanto estamos asumiendo la responsabilidad de nuestra comunicación?. Si al hablar para tratar los problemas acusamos al otro, la reacción lógica será una defensa e inmediatamente un contraataque con su respectiva acusación, que convierte la posible conversación en una contienda donde difícilmente se puedan dilucidar acuerdos de mejora. Distinto sería si al hablar partimos de un yo o un nosotros. No es lo mismo decir tu me ofendes o tu me agredes, a decir yo me siento agredido cuando dices o actúas de esta u otra manera. No es lo mismo decir ya no me invitas al cine, que decir hemos dejado de ir al cine.

Otro aspecto muy importante en la manera como nos comunicamos tiene que ver con qué tanto escuchamos Vs. qué tanto interpretamos y sacamos conclusiones de lo que oímos o creímos haber oído, o incluso hasta agregamos a lo que oímos.

El saber escuchar es todo un arte. Escuchar es tener una actitud activa en la conversación, es mostrar interés y preguntar por aquellos aspectos que más le interesan también a su interlocutor. Es hacer que el otro se sienta escuchado. Es aclarar dudas en lugar de sacar conclusiones. Es dar retroalimentación de lo escuchado. No es “ya yo se lo que me quieres decir” es oír y luego repreguntar e incluso pedir también retroalimentación. Es dejar hablar sin interrumpir.

No es como yo creía
A muchas personas se les hace muy difícil lograr una relación de pareja duradera, y se ven inmersas en situaciones relativamente fugaces. Al principio de la relación todo marcha sobre ruedas. Todo es color de rosa. Con el correr del tiempo, comienza a ver los defectos de la otra persona que al principio no notaba. Desafortunadamente, la persona con la que se encuentra no es como realmente suponía y viene el desencanto.

Esto es algo que siempre puede pasar, ya que es imposible conocer el 100% de quienes nos rodean aunque convivamos con ellos durante largos años.

El concepto de nuestra media naranja, el príncipe azul o la dama de rosas, hace que endosemos a la otra persona la responsabilidad de nuestra satisfacción personal y plenitud emocional.
Nuestras creencias, las actitudes que adoptamos en relación con nosotros mismos y otras personas, las experiencias pasadas, nuestras expectativas sobre el momento actual y la manera en la cual experimentamos toda esta información, terminan convirtiéndose en grandes barreras para llegar a una cura y duradera relación. Todos tenemos virtudes y defectos y no hay un ser igual a otro. Es importante la flexibilidad. La otra persona puede complementar algunos aspectos pero no puede llenar un vacío existencial.

Una relación de pareja sólo es posible cuando ambos tienen la capacidad de danzar con sus afinidades y semejanzas, al mismo tiempo que reconocen y respetan sus diferencias.

Los valores

Este es otro de los aspectos fundamentales que van a permitir o impedir una cura relación de pareja que vale la pena considerar con cuidado.
Todos tenemos principios y valores que en más o menor medida son determinantes para el placer personal en función de la permanencia con la persona con la que se ha decidido compartir una vida.

La misma relación lleva implícita una serie de valores que deben ser compartidos y aportados por ambos. Es importante reflexionar sobre ¿cómo y cuáles son los valores que se establecen en mi relación de pareja?, ¿cuáles benefician la relación y cuáles no están y me gustaría tener o pedir? De la misma manera, ¿cómo estamos interpretando o entendiendo estos valores? Por ejemplo, cómo yo defino Respeto y cómo lo define mi pareja ¿estamos de acuerdo en esa definición? Una revisión, acuerdo en su definición y jerarquización de la importancia que damos a estos valores puede ser de mucha utilidad para la relación.

Una lista de valores puede ser muy larga. Sin embargo, según las personas que conformen la pareja, siempre habrá los que se considerarán más importantes. Podemos citar algunos como el respeto, la libertad, el placer, la confianza, el compañerismo, la diversión, el compartir, la fidelidad, la unidad espiritual, el reconocimiento, el sexo, la tolerancia, etc.

El amor y la monotonía

Cuando nos referimos al amor en una relación de pareja, podemos y es necesario hacer una distinción entre una primera fase donde existe mucho romanticismo y mucha pasión y una segunda fase donde entran a jugar otros elementos y donde la razón juega un papel fundamental.

La primera fase es relativamente muy corta, es la fase comúnmente llamada de “enamoramiento”. Ambos quieren estar juntos la mayor parte del tiempo, todo es disfrute, no hay defectos y sobre todo hay mucha pasión. Sin embargo, nos guste o no, esa intensidad del enamoramiento suele acabarse para dar paso a un amor más racional, que sí será la base para lograr una relación duradera, donde se da cabida a la razón, al esfuerzo y a la responsabilidad contraída cuando se ha tomado la decisión de llevar adelante un proyecto de vivir en pareja.

No es que el amor haya decaído, es simplemente una fase por la que se ha de pasar. El problema se presenta cuando en la siguiente etapa, que en definitiva será la más permanente, nos vamos descuidando y dejamos de avivar el fuego.

Este amor necesita estimularse y “sazonarse”, caso contrario la relación se irá haciendo más tediosa. Requiere de creatividad para revivir y mantener emoción, deseo y atracción. Si bien es cierto que el enamoramiento por definición dura poco, a toda relación se le puede inyectar ciertas dosis para “reenamorarnos” con cierta frecuencia a lo largo de la relación.

Un alto en el día a día para salir a cenar o compartir cualquier actividad que solía ser frecuente y agradable, unas “escapadas” sin los hijos, juegos sexuales, sorpresas. Sólo hay que poner a jugar la creatividad.