Se dice que las personas que no saben disfrutar de lo que les ofrece la vida tienen unas neurosis. Si bien, es cierto que todos tenemos algún grado de incapacidad para que no dure mucho la felicidad, en general, nos hemos vuelto más neuróticos, nos pasamos el día preocupados, intranquilos.

Además, a algunas personas les ocurre que aun cuando todo va bien, sienten la necesidad de preocuparse, tienen la sensación de que les falta algo. El ser humano le encanta complicarse la vida y maltratar sus momentos de ocio. En este artículo te proponemos algunas directrices para no ser tan neurótico y disfrutar más de la vida:

1. Sea lo que sea lo que haya que hacer, has de hacerlo tú sólo. Te pueden ayudar determinadas personas, actividades, conocimientos, incluso medicamentos, pero eso, ayudar, el resto has de ponerlo tú si quieres lograr un cambio definitivo y estable para mejor.

Muchos de nuestros procesos mentales así como muchos de nuestros actos se han convertido en hábitos por repetición y por ello la tarea de poner voluntad en repetir algo distinto hasta que acabe siendo un hábito más productivo que sustituya al anterior, es algo que nadie puede hacer por ti.

Y los cambios aunque alguna vez “caen del cielo” es mucho más probable conseguirlo actuando tú, que esperando una solución externa a ti. Evidentemente necesitarás un motivo y ganas antes de nada.

2. Has de hacerte responsable de ti mismo completamente. Ser consciente de que eres el único responsable de tus actos, de tus pensamientos, de tus éxitos y de tus fracasos. Proponerte que se acabó echar la culpa de tus problemas a la sociedad, a tu jefe, a tu infancia, a la educación, a tus amigos, pareja, familia, al destino, a tu mala salud, etc.

No trata de ser lo suficientemente valiente para dejar de acusar a los demás, dejar de enfocarte en causas que están fuera de ti y de tu control y trata de empezar a entender que tú eres el que ejecuta tus acciones y por ello eres el responsable de sus consecuencias.

Para empezar a coger las riendas de tu vida reconoce que eres el que decide que palabras dices y el responsable de sus efectos, el que decide que hacer o dejar de hacer, que aprender o no aprender, en quien apoyarte o confiar, y por supuesto el responsable único de todas las consecuencias que cada uno de tus movimientos por pequeños que sean, conllevan.

Está claro que es más cómodo poner la responsabilidad de tus problemas en algo externo a ti, pero esto es un callejón sin salida. En realidad esta auto-responsabilidad absoluta y completa es la base de tu libertad, eres más libre en la medida que eres más responsable de tu vida. Será normal que te equivoques bastantes veces y asumas esas consecuencias pues será muy beneficioso en tu aprendizaje continuado.

3. Comprende y graba bien en tu inconsciente que no pasa nada si te equivocas. Bueno claro que pasa, que da rabia, fastidia tenerlo que repetir, no quedar genial, etc. pero no pasa nada importante.

No hay nada malo en equivocarse, es un proceso natural del ser humano, pues sino serías más perfecto que una máquina, aunque también ellas fallan, tendrías que ser un dios como mínimo para no fallar jamás. Hay errores más o menos agobiantes, pero te responsabilizas de ellos hasta sus últimas consecuencias y ya está, no dejan de ser errores, es de humanos equivocarse y normal.

Se trata de que asumas que no has fracasado, que no eres un inútil, un ser inferior, y en realidad todo lo que sabes lo has ido aprendiendo a través de un proceso de ensayo-error que es el modelo natural de aprendizaje que te lleva al ensayo-acierto.

Por cierto, también ese es el modelo experimental básico en la Ciencia. Es un juego, no un juicio final. Si te equivocaste de trabajo busca otro, de pareja pues te separas, si hiciste algo mal con tu hijo, vecino, amigo, padre, en cuanto te des cuenta lo aceptas y lo arreglas y si hace falta pedir perdón hazlo veras que a gusto te quedas. Sin tanto drama. Nos hemos vuelto excesivamente dramáticos.

Las cosas tienen la importancia que se las quiera dar. Todas estas cosas son lo más normal del mundo, pero no se sabe porque lo convertimos en algo vergonzoso y o imperdonable. ¿De verdad es tal el fracaso o tan grave o en realidad deberíamos hacer una fiesta para celebrar todo lo que hemos aprendido? Todo esto independientemente de la reacción de los demás, tú te haces cargo de ti mismo, nada más, y cada uno de lo suyo.

Por cierto, si no te perdonan o te odian para siempre eso forma parte de ellos, de sus decisiones, criterios, aciertos o errores, broncas, pero a ti a partir de ahí, el asunto ya no te concierne. Eres falible y eficaz, libre de cambiar de opinión, de trabajo, de religión y de lo que quieras cuantas veces quieras. Lo haces para mejor, o eso crees en ese momento y es lo que cuenta. Y si luego decides volver para atrás, pues vuelves, sabiendo que nunca has perdido el tiempo, pues necesitabas ese ir adelante y atrás para aprender o entender algo.

4. Se muy consciente de que la verdad es que nadie va a juzgarte. Si tú eres en este mundo el mayor especialista en ti mismo, el que más sabe de ti, es absolutamente absurdo pensar que cualquier otro ser humano que no seas tú esté capacitado para juzgarte.

Tendría que ser un ser superior a todos los demás humanos, en todos los aspectos para poder ser juez de alguien, y me parece que alguien así no existe. Que lo hagan, que la gente te juzgue, opine sobre ti, te condene, te idolatre, es otra historia, cada uno puede hacer lo que quiera, pero el hecho es que en realidad su juicio no tiene absolutamente ningún valor de ningún tipo, es solo una opinión particular, un concepto personal.

No es nada importante ni definitivo en tu vida, ni puede tener peso alguno sobre tus decisiones y tus actos, a no ser que tú decidas dárselo considerando que tu vida debe ser regida por lo que los otros te digan, por supuesto que puedes hacerlo así si lo deseas y si tan poco confías en ti y tanto en los demás no pasa nada, sigue siendo tu decisión, pero ya sabes, habrás de responsabilizarte de ella, y si sale mal, el responsable sigues siendo tú que elegiste fiarte, obedecer o dejarte llevar, recuerda que es inútil que trates de culpar a nadie, decidieron por ti sin obligarte, fuiste tú el que les dejaste, el que tomaste la decisión de seguir su criterio y no el tuyo.

Tú eres tu único juez, solo tú sabes qué y por qué has hecho lo hecho y si no te gusta lo arreglas y lo cambias, y si sí te gusta, independientemente de que tengas a todos en tu contra, pues tú verás. Cuando Copérnico dijo que la tierra era redonda y no plana, fue el ser más odiado del planeta, pero ni siquiera un gran número de personas en tu contra ha de ser el argumento que te haga cambiar tu opinión.

Si alguien te juzga es ese alguien quien tiene un problema: el de meterse donde no le llaman, o el de creerse más que los demás, o el de creer que su opinión le importa a alguien o el de buscarse ese tipo de distracciones para no mirarse a sí mismo. Lo que deberían hacer esas personas es mirarse el ombligo (así mismo), pero no eres tú quien ha de hacérselo ver, tu bastante tienes con lo tuyo como para ir por ahí dando lecciones no pedidas, tendrán que aprenderlo por sí mismos, así funciona.

Te juzguen para bien o para mal, todo sigue igual, solo tú tienes el poder de hacerles caso. Ya está. Eso es todo. Te han juzgado pues están muy convencidos de que es su obligación y su derecho. ¿Y? ¿Piensas vivir agobiado pensando en esos poderosos seres juiciosos y sus juiciosos juicios? Aprendiste a preocuparte en exceso con este asunto de la opinión de los demás y ahora tú puedes, si así lo deseas, situarlo en su valor real para tu vida: cero.

Si tus compañeros creen que eres bobo, tu pareja te subestima, o tu padre no te valora, etc. recuerda que es su problema, su criterio, su responsabilidad. Y la tuya es darle al asunto la importancia que tu decidas pues ninguna otra es real para ti. Puedes también utilizarlo como autocrítica constructiva, para tomar nota de datos objetivos sobre ti que quizás te cuesta ver, pero para bien, nunca para fustigarte, para retarte a ti mismo y tratar de mejorarte y superarte porque a ti te apetece hacerlo.

Si decides que ellos tienen razón, que eres lo peor y que esto es el fin del mundo y motivo para limpiar tú eterna desdicha por tus carencias y defectos, así será, no pasa nada, vivirás sufriente porque tú quieres.

Si decides que sería precioso que la gente te viera de otra manera pero que esto es lo que hay, y que vas a soltar la piedra en vez de llevarla para siempre en la mochila, así será. En cualquier caso es tu decisión, y por el hecho de ser tuya, personal, está bien. Nadie puede obligarte a estar mejor si tú no quieres, pueden desearlo pero no tienen derecho a imponerte tampoco el placer.

En realidad nadie te va a juzgar, que lo hagan continuamente es irreal para ti y si decides que no te va a afectar, será sólo un concepto, una idea, se la llevará el viento. Ya que tú eres tu único juez, júzgate con calma y magnanimidad, arregla lo que esté mal, felicítate por lo que esté bien y sigue siendo el aprendiz de sabio que en realidad eres. Déjate ya de culpas, durezas y castigos. Ya no estamos en la Edad Media.

Si consigues ir controlando el miedo al rechazo por tus errores cometidos y que seguirás cometiendo mientras vivas pues así es tu condición de humano, tus auto-juicios serán tu guía serena, genial y genuina y tus errores tus mejores maestros.

5. Se consciente que no tienes nada que demostrar a nadie. Excepto a ti mismo. ¿Te imaginas que agobio que siendo ya mayor descubras que has estado toda tu vida haciendo algo que no quieres solo por demostrarle a alguien que eras capaz de hacerlo? Es tu vida, es sólo una, haz lo que quieras y verás cómo sin saber cómo lo hiciste, todo habrá salido bien, habrá algunos más orgullosos de ti de lo que jamás imaginaste, y todo por haber vivido con autenticidad y valentía respecto a ti mismo y a lo que entendiste que tu vida debía ser y no para encontrar desesperadamente aprobación y apoyo.

6. No des a nadie más poder sobre tu vida y tus decisiones que el que te das a ti mismo. Acostúmbrate a confiar en ti más que en nadie, por muy superior en edad, conocimientos o experiencias que sean los demás, a la hora de tomar las decisiones.

Puedes dejarte aconsejar, informar, animar o lo contrario, pero después, estás solo contigo mismo. Recuerda que solo tú sabes lo que deseas y lo que necesitas en cada momento, y que eres el que más probabilidades tiene de acertar. Procura observar que no haya nadie en tu vida en quien descansa tu felicidad, tu sensación de estar completo, que no hayas puesto en nadie tu paz y tu poder más que en ti mismo.

Si consigues ir dando cada vez menos importancia al dolor que se siente cuando las personas en las que te solías apoyar ya no son tu clon, y ya no coinciden contigo en todo, asumiendo que si ocurriera así seríais una sola persona y no dos, irás siendo cada vez más fuerte. Ese dolor es momentáneo, esa sensación de vacío es necesaria. Si asumieras todos sus consejos acabarías viviendo su vida y no la tuya. Si te faltara esa persona tu vida dejaría de tener sentido.

A veces más que amor, este poner a alguien por delante de tu propia vida, no es más que una forma de cobardía para no hacerte cargo al cien por cien de ti mismo. Recuerda que has de responsabilizarte de todos y cada uno de los errores que cometas y que saberlo te ayuda a estar alerta para cometer los menos o menos gordos posibles.

7. Salte del modelo de competencia. Este modelo que inicialmente se implantó a nivel empresarial, saltó luego sin que se sepa muy bien cómo, a formar parte de todos los ámbitos de la vida y ahora nos tiene condicionados a muchos niveles haciéndonos vivir pendientes de los demás y en continuo proceso de comparación. Date cuenta de cómo a la sociedad se le ha ido de las manos y tú pagas la factura.

Tus hijos han de sacar mejores notas en el colegio que otros para que tú te sientas bien, has de ser más delgado, bello y rico que los otros, más listo, tienes que tener casa, coche o las cosas que todo el mundo tiene y a ser posible mejores y esto se ha convertido en la ley social que si no logras te hará sentir inferior. Los muy competitivos lo logran pero a base de no vivir y los no competitivos ni lo intentan sintiéndose fracasados por antelación.

El caso es que ganar en todas las áreas de la vida es absolutamente irrealizable y es la base de una gran cantidad de malestar psicológico individual. Siempre habrá niños más listos que los tuyos, gente más guapa y más rica que tú y si te pasas el día comparándote, has encontrado la perfecta manera de ser un desgraciado perdedor.

La comparación que solemos practicar es siempre la de compararnos con los que están mejor pues si te fijas nunca te comparas con el de abajo pues eso no tiene sentido. A sufrir pues. Además nunca llegarás, ya que por mucho que mejores siempre habrá alguien mejor.

Tiene su parte de muy absurdo pues si cada uno es diferente, si cada persona es un ser humano único e irrepetible que jamás hasta ahora ha existido ni volverá a existir sobre la faz de esta tierra, solo se podría comparar consigo mismo. De otra manera siempre estarás comparando sandias con melones. Salte. Si te comparas hazlo con ambos extremos, para ser consciente que estás mejor que unos y peor que otros, así el proceso de la comparación sería un poquito menos absurdo. La competencia, lo suyo es hacerlo con uno mismo.

Ser consciente de tus fortalezas y no parar de desarrollarlas, y ser consciente de tus puntos flacos y tratar de irlos mejorando. Ahí sí que puedes llegar lejos. Y nunca pierdes. Buena motivación. En realidad, las personas que han triunfado, las empresas que se han hecho millonarias, lo han hecho por sus diferencias, por hacer algo distinto y original, no por borreguear, ni por auto-deprimirse y auto-flagelarse.

Han explotado sus diferencias, su individualidad. Compite solamente contigo mismo, disfruta de tus fortalezas y mejora tus debilidades. Reconoce tu individualidad e irrepetibilidad y explota tus diferencias. Observa y corta en cada ocasión en que los pilles, todos los procesos de este calibre que salen de tu mente ante determinadas situaciones y que te acaban llevando a la desmotivación y la desilusión.