Según la parapsicología, el Aura es ese campo magnético que todos tenemos, inclusive los animales, plantas, minerales, que no se ve, pero se percibe y se puede detectar mediante la aplicación de determinadas técnicas.

A través del aura nos percatamos inmediatamente si una persona es afín a nosotros, o si no lo es. Quienes desarrollan más su percepción extrasensorial se dan cuenta enseguida de lo que está ocurriendo en su entorno y al proyectar su aura atraen a ellos energías afines.

Vivimos en medio de un universo cargado de vibraciones, de energía.

Todo átomo, toda parte de un átomo, todo electrón, toda «partícula» elemental, aún nuestros pensamientos y consciencia son vibraciones, inclusive la recién descubierta partícula Higgs es una forma de energía. Podemos definir el aura como una vibración rodeando todo objeto material.

Cuando nos acercamos a una persona lo primero que percibimos es su aura, aunque no seamos conscientes de eso.

Es el caso típico que experimentamos al “sentir” que tenemos afinidad por alguien acabado de conocer, que “nos cae bien”, o por el contrario, alguien nos “cae mal”.

De hecho, lo podemos saber sin siquiera haber abierto la boca, y no solamente por la apariencia, sino por “algo más” que no podemos explicar, pero que está ahí, presente y lo sentimos. ¡En esos momentos estamos “sintiendo” su aura!

Se dice que “el agua busca su nivel”, de la misma manera las personas, a través de su aura, buscan energías afines.

Cuando alguien está junto a quien su nivel de energía es diferente se siente incómodo, molesto.

Las personas negativas, avinagradas, quejumbrosas y llenas de resentimientos, mal humor y enojo proyectan una energía que aleja de su lado a quienes podrían ayudarles a salir de ese círculo vicioso de tristeza y pesimismo en el que están metidos.

Lo contrario ocurre con las personas positivas.

Muchas personas acuden a las llamadas “técnicas para limpiar el aura” y se concentran solamente en lo externo pensando que usando determinadas hierbas, minerales o rezos lograrán su objetivo.

Sin embargo, olvidan que todo eso funciona únicamente si el cambio procede desde adentro.

Los cristales y otras técnicas son útiles, como instrumentos que ayudan a desarrollar nuestra concentración y capacidad de meditación, pero no surten efecto cuando no se ha producido una transformación interior genuina.

Es muy importante tener presente que el uso de diferentes metales que se correspondan con los niveles energéticos de los chakras, o centros de energía sutil del organismo, o la práctica de la meditación, el empleo de mantras –oraciones repetitivas- y de otros elementos son de gran ayuda, pero únicamente cuando se ven como tal, como herramientas.

La verdadera limpieza del aura debe comenzar desde adentro eliminando las causas de la negatividad.

La limpieza interior del aura se trabaja eliminando lo que suele llamarse las “letras de la negatividad”.

La A de la arrogancia y altanería, la E del egoísmo y la envidia, la D de la desconsideración y el desamor, F de las frustraciones y fracasos, la O del odio y la ostentación, las R´s del resentimiento, rabia, reproche, rencor, rechazo, resistencia al cambio, represión y en general todo aquello que provoca repercusiones negativas en nosotros, y en lo que nos rodea.

La mejor manera de desarrollar un campo energético positivo es cultivando conductas positivas como son la sencillez y la sinceridad, la honestidad y el buen humor, la compasión y la empatía, la sonrisa, el deseo genuino de querer ayudar a los demás y no herir a nadie, una actitud creativa ante la vida, respetuosa del ambiente, plantas, animales, y asimismo ser capaces de extender los sentimientos positivos más allá del reducido núcleo familiar

Cuando vamos alimentando positivamente nuestro Ser interno, el aura que proyectamos es un aura vibrante y creativa que actúa como un verdadero imán atrayendo a nuestra vida personas que también vibran y se mueven en esa dimensión y ahuyentando a las gentes negativas, malvadas y retorcidas que al no estar en armonía frente a nosotros se alejan por sus propios pasos.

Las buenas lecturas y el buen humor, la apreciación y disfrute del arte, la música, las buenas compañías y las acciones desinteresadas, generar felicidad haciendo felices a los demás, el rostro sonriente, la capacidad de perdonar y olvidar, el compañerismo y la amistad, son algunos de los elementos que alimentan positivamente el Ser interno y van conformando una personalidad cura, agradable, amorosa y feliz. Demos tratar de aplicar siempre las afirmaciones positivas.

No olvidemos que no hay efecto sin causa y todo se origina a partir de un pensamiento.

El cerebro se ejercita.

Si le suministramos pensamientos negativos y derrotistas eso es lo que seremos.

Un pensamiento engendra palabras, las palabras a su vez actitudes que se convierten en forma de conducta y van formando nuestro carácter, algo que tiene que ver mucho con nuestro estado de salud general.

Todo comienza en la mente, una persona cargada de odios y resentimientos genera pensamientos terribles, que se vuelven contra ella.

Las personas activas, sociables, inteligentes, que no cargan sobre sus espaldas la negatividad ajena proyectan un aura dinámica y positiva.

Inclusive, en el caso de personas muy elevadas moralmente, se ha comprobado que el impacto de estar cerca de ellas suele transformarnos.

Es el sentimiento de sobrecogimiento que nos inspira alguien cuyo interior es muy bello y con solo estar a su lado nos inspira y produce placer, serenidad y paz. Son los efectos del aura irradiada característicos de grandes personalidades espirituales.

Al alimentar cada día nuestro Ser interno con energías positivas y estaremos proyectando un aura que atraerá el amor, la prosperidad, la amistad y la salud.

Se nos acercarán y serán nuestros compañeros sentimentales y amigos quienes sean afines a nosotros y vibran en la misma dimensión, marcharemos por la vida dejando tras de nosotros una estela de simpatía, cariño, recuerdo y alegría.

En nuestras manos está escoger lo que proyectamos y lo que atraemos.

El cambio empieza desde adentro.