La comunicación asertiva

Una comunicación poco asertiva y confusa puede generar malentendidos y problemas, por lo que es importante conocer las siete claves que te ayudarán a comunicarte con mayor eficacia.

Comunicarte con claridad, eficacia y asertividad es una virtud importante y clave en algunos ámbitos; especialmente si tienes personas a tu cargo de las que dependen la productividad de tu empresa, laboratorio, etc.

Tu mensaje tiene que ser:

Claro. Es importante que el mensaje que quieres comunicar sea claro para que tu audiencia lo entienda bien, y para eso tienes que tenerlo claro tú misma. Porque si tú no estás segura, ellos tampoco lo estarán. Así que antes de hablar o escribir decide qué es exactamente lo que quieres comunicar, cuantos menos puntos mejor.

Conciso. Di lo que tengas que decir de la forma más sencilla y corta, no te vayas por las ramas. Elimina frases o palabras innecesarias, ¿para que utilizar dos párrafos si lo puedes decir en tres frases? Procura, además, que sea fácil de entender. Especialmente si es algo importante, que la gente no tenga que descifrar lo que quieres o leer entre líneas.

Concreto. Sé específico y da todos los detalles necesarios, ni más ni menos. Que les quede claro qué tienen que hacer, cuándo, cómo y con quién.

Correcto. Procura adecuar tu estilo de comunicación a tu oyente, fíjate en los términos técnicos, comprueba la ortografía y ¡pronuncia bien los nombres!

Coherente. Que lo que digas tenga su lógica, que todos los puntos que quieres transmitir estén conectados, se sigan de forma natural y sean relevantes para el mensaje.

Educado. Ser asertiva no significa ser agresiva, es importante que te comuniques con educación y teniendo siempre en cuenta a la otra persona, especialmente en situaciones delicadas.

Creativo. No es imprescindible, pero la creatividad es una forma de mantener a tu audiencia interesada y de que se queden con los puntos importantes.

las cinco claves para comunicarnos mejor usando la Inteligencia Emocional:

Conectar con nuestras emociones, reconocerlas y gestionarlas. Cuando mi jefe me levantó la voz o me trató de forma brusca, yo sentí rabia y me dí cuenta de que mi respiración se aceleraba, me temblaban las manos. Sabía en ese momento que era rabia lo que estaba sintiendo por haber sido injustamente tratada. Y sabía también por qué me sentía así, por la conducta de mi jefe hacia mí. Además, decidí tomar un tiempo desde el comportamiento de mi jefe hasta mi reacción. Me levanté de mi asiento, me acerqué a la sala de descanso y me tomé un tiempo para relajarme, para pensar qué hacer con lo que sentía y con lo que había sucedido y decidí hablar con él tranquilamente. Lo importante es que supe conectar con mi emoción e identificarla.

Conectar con las emociones del otro, aprendiendo a interpretar la situación de distintas maneras, buscando alternativas. Cuando yo decidí tomarme un tiempo para estar sola tuve una conversación conmigo misma. Me preguntaba por qué me hablaba así mi jefe. Si yo hubiese decidido pensar que era por mi culpa, porque había hecho algo malo o bien porque mi jefe sentía rabia hacía mí, me tenía manía, seguramente mi reacción hacia él hubiese sido distinta y la comunicación con él hubiese sido distinta: con sumisión, o bien con resentimiento y agresividad.

Sin embargo, intenté entender qué sentía mi jefe y por qué se sentía así. Pensé que tendría problemas en casa, no sé… y recordé que justo dos días antes le habían denegado una promoción que había solicitado y que para él era muy importante y por eso desde ayer yo ya le notaba un poco nervioso. Entendí que sentía mucha rabia y ese día la descargó conmigo.

Hablarle al otro de mis sentimientos, de cómo me ha afectado su conducta hacia mí, sin acusarle. En ningún momento le dije a mi jefe que fue un desconsiderado, que fue muy autoritario. Dejé que pasará una hora, más o menos y lo hablé con él, le expliqué cómo me sentí ante su conducta, le pregunté qué le sucedía y él reconoció que no había actuado bien y me pidió disculpas.

No reprimir nuestras emociones. Hemos de aprender a expresar nuestros sentimientos a la persona adecuada, en el momento adecuado y de la forma adecuada. No hubiese sido correcto que yo reprimiese mi rabia y, luego, cuando llegara a casa me enfadara de forma descomunal con mi pareja o con mis hijos o, simplemente, llegara a casa y me echara a llorar sin parar sobre el hombro de mi pareja.

Tampoco hubiese sido adecuado hablar con mi jefe de cómo yo me sentía en el momento en que tanto mi rabia como la de él estaban a flor de piel, en medio de la discusión.
No adivinar los sentimientos del otro.

Aquí pondré otro ejemplo distinto porque esto sucede muchísimo en las parejas. Por ejemplo, buscamos un momento para planificar el fin de semana y, pensamos: «seguro que, como esta semana tiene mucho trabajo, me dirá que prefiere quedarse en casa, vaya aburrimiento, ya verás, ¡otro fin de semana en casa!» Y, cuando llega el momento de hablar, en cuanto la otra persona dice «bueno, no sé, la verdad, aún no había pensado en el fin de semana», tú enseguida saltas y dices «sí, ya sé que estás cansado/a y me dirás eso de que no te apetece salir y, otro fin de semana más encerrados en estas cuatro paredes» y, en cuanto él/ella intenta darte una explicación del tipo: «bueno, lo hablamos, déjame que te expliques», le interrumpes con: «no, si ya sé lo que me vas a decir».

Otra forma más eficaz de comunicarte con tu pareja hubiese sido: «llega el fin de semana y me apetece hacer algo distinto ya que el fin de semana anterior nos quedamos en casa. ¿qué te parece si hacemos ésto o aquéllo?