LA ENFERMEDAD DEL MIEDO

Quiero que te imagines que vives en un planeta donde todas las personas padecen una disfunción en la piel. Durante dos mil o tres mil años, la gente de este planta ha sufrido la misma
disfunción: todo su cuerpo está cubierto de heridas infectadas, que Cuando la tocan, duelen de verdad. Evidentemente, la gente cree que esta es la fisiología normal de la piel.

Incluso los libros de medicina describen dicha disfunción como el estado normal. Al nacer la piel está sana pero a los tres o cuatro años de edad, empiezan a aparecer las primeras heridas y en la adolescencia, cubren todo el cuerpo.

¿Puedes imaginarte cómo se tratan esas personas? Para relacionarse entre sí tienen que proteger sus heridas. Casi nunca se tocan la piel las unas a las otras porque resulta demasiado doloroso,
y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan
fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas.

Bueno, imagínate que un día ocurre un milagro. Te despiertas y tu piel está completamente curada. Ya no tienes ninguna herida y no te duele cuando te tocan. Al tocar una piel sana se siente
algo maravilloso porque la piel está hecha para la percepción. ¿Puedes imaginarte a ti mismo con una piel sana en un mundo en el que todas las personas tienen una disfunción en la piel? No
puedes tocar a los demás porque les duele y nadie te toca a ti porque piensan que te dolerá.

Si eres capaz de imaginarte esto, podrás comprender que si alguien de otro planeta viniera a visitarnos tendría una experiencia similar con los seres humanos. Pero no es nuestra piel la que
está llena de heridas. Lo que el visitante descubriría es que la mente humana padece una disfunción que se llama miedo. Al igual que la piel infectada de los habitantes de ese planeta
imaginario, nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas, de heridas infectadas por el veneno emocional. La disfunción del miedo se manifiesta a través del enfado, del odio, de la tristeza,
de la envidia y de la hipocresía, y el resultado de esta disfunción son todas las emociones que provocan el sufrimiento del ser humano.

Todos los seres humanos padecen la misma disfunción mental. Hasta podríamos decir que este mundo es un hospital mental. Sin embargo, esta disfunción mental ha estado en el mundo desde hace
miles de años. Los libros de medicina, psiquiatría y psicología la describen como un estado normal. La consideran normal, pero yo te digo que no lo es.

Cuando el miedo se hace demasiado intenso, la mente racional empieza a fallar y ya no es capaz de soportar todas las heridas llenas de veneno. Los libros de psicología denominan a este
fenómeno disfunción mental. Lo llamamos esquizofrenia, paranoia, psicosis, pero la verdad es que estas disfunciónes aparecen cuando la mente racional está tan asustada y las heridas duelen
tanto, que es preferible romper el contacto con el mundo exterior.

Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a ser heridos y esto da origen a grandes conflictos dondequiera que vayamos. La manera de relacionarnos los unos con los otros provoca tanto
dolor emocional que, sin ninguna razón aparente, nos enfadamos y sentimos celos, envidia, o tristeza. Incluso decir te amo puede resultar aterrador. Pero, aunque mantener una interacción
emocional nos provoque dolor y nos dé miedo, seguimos iniciando una relación, casándonos y teniendo hijos.

Debido al miedo que los seres humanos tenemos a ser heridos y a fin de proteger nuestras heridas emocionales, creamos algo muy sofisticado en nuestra mente: un gran sistema de negación. En ese
sistema de negación nos convertimos en unos perfectos mentirosos. Mentimos tan bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos creemos nuestras propias mentiras.
El miedo provoca más lumbago que todas las hernias discales, todos los problemas articulares, todos los problemas de columna, porque el temor hace que metamos, literalmente, el rabo entre las
patas, cerramos el esfínter anal interno, a ese nivel, hay un centro de energía muy importante y, nos cerramos a la vida, contraemos toda la musculatura lumbosacra, esa parte queda mal
irrigada y nos dan unos lumbagos terribles, y ese lumbago es el nombre clínico del miedo.

Si logro reconocer el núcleo del miedo, si logro observar mi cuerpo y veo que tengo los glúteos y toda esta parte contraída, si logro respirar hacia esa zona y liberar el sentimiento del
miedo, y llamar al miedo y decirle «tú eres la mejor parte de mi mismo, cuando asciendes y te revelas, eres mi prudencia, ya no eres miedo, sino que eres prudencia, eres parte de mi amor
también».Cuando yo, a través de la respiración, logro ascender esa energía del miedo, y logro trasmutarla al altar del corazón, que es donde realmente nace el hombre que puede sanarse y puede
sanar la vida, entonces desaparece el lumbago.

Mi resentimiento, mi odio, frecuentemente, está anclado en mis articulaciones. Yo estoy así totalmente rígido. A veces, con el puño apretado en la noche, inconscientemente, dispuesto a pegar y
a agredir. Pues bien, ese dolor articular,es resentimiento congelado en esa parte del cuerpo.

Si logro experimentar ese dolor y asociarlo a mi sentimiento de ira y a mi resentimiento, y logro comprender que mi resentimiento es algo que se construye en el plexo solar, que bloquea la
energía aquí y no permite a la energía acceder a mi corazón, ni a mi sistema inmune, puedo hacer mucho más que el reumatólogo, o puedo ayudarle mucho, para sanar y sanar mi artritis, y yo soy
responsable, no tengo que esperar que el reumatólogo me resuelva el problema.

SUPERANDO TUS MIEDOS MAS PERSONALES

Los miedos internos pueden llegar a ser bastante perjudiciales porque son muy difíciles de erradicar y además, dado que están implantados a nivel personal, pueden convertirse en nuestro peor
enemigo, aquel enemigo que sabe cómo pensamos y cuáles son nuestras dudas, nuestros puntos débiles, nuestro talón de Aquiles.

Aquellos obstáculos que residen dentro de nosotros y no nos dejan alcanzar nuestro máximo potencial.

Lo primero que quiero decirte es que nuestros miedos internos pueden ser dominados.

De hecho, será mucho más fácil para ti dominarlos antes que vencerlos.

Si intentas vencerlos, gastarás mucha energía, estarás distraído y agotado constantemente.

Lo que debes hacer es aceptarlos; y una vez que los aceptes y seas consciente de ellos, sepas cómo funcionan y por qué, lograrás controlarlos.

Finalmente, cuando hayas domesticado tus miedos, estarás preparado para vencerlos.

Los miedos pueden ser muy personales, y en ese sentido, están ligados a momentos muy sensibles en nuestro pasado y cuando se activan, lo hacen actuando sobre nuestros puntos más débiles.

Por esta razón son tan destructivos (¡y tan reales!). Sin embargo, los miedos tienen muchas formas de actuar y es urgente que te pongas a pensar cómo lo hacen en determinados casos.

Por ejemplo, pueden robarte la energía: En aquellas ocasiones en las que te sientes sin energía y sin ánimos de trabajar, pensarás que estás “desmotivado”. Y aunque este sea el caso, en muchas
ocasiones no son más que tus miedos actuando.

Tus miedos te paralizan, te seducen de una manera tan efectiva que te hacen pensar que estás bien así, que no hay necesidad de intentar cosas nuevas, que todo el mundo debe quererte cómo eres,
que no necesitas cambiar; después de todo, también tienes cosas buenas…

Otra de las formas en las que funcionan los miedos es la contradicción.
Por ejemplo, decides emprender un proceso de mejoramiento personal y cada vez que tomas acciones al respecto, aparecen los miedos y te hacen pensar demasiado, te hacen preguntas y sugerencias

engañosas para ponerte a dudar: “¿será que si funcionará?” “¿y si mañana no quiero?” “pero no tengo ganas de esforzarme justo ahora, mejor empiezo mañana, o la semana siguiente”.

Y una vez que te han atrapado, buscarán la forma más poderosa de amarrarte a tu zona de comodidad.

Te provocarán ataques de pánico, te pondrán ansioso, tímido, iracundo, avergonzado, perezoso, etc.

Es posible definir el miedo como una emoción más (o como un conjunto de emociones); y en este sentido, una vez que conoces un poco mejor tu mundo emocional, también estarás más capacitado para lidiar con tus miedos.

Lo más importante que debes hacer es reconocer el mensaje que tus miedos te están enviando y además, cómo funcionan en tu mente. Qué hacen y qué no hacen, qué tan fuertes pueden ser, cuándo

son más fuertes, etc.

Imagina que tus miedos son enemigos de guerra, y tienes que contratar espías, diseñar estrategias y conocer los puntos débiles del adversario para poder derrotarlo.

Lo principal es conocer tus miedos como a la palma de tu mano, detallarlos de tal manera que sepas todo lo que hay que saber acerca de ellos (después de todo, son sólo tuyos).

Así, nada acerca de ellos será una sorpresa para ti, y llegará un punto en donde seas capaz de anticiparte a tus movimientos.

A continuación te doy algunas pistas para comenzar a reflexionar sobre los efectos que tienen tus miedos en ti.

1. Algunos miedos te desconcentran.

Sencillamente desvían tu energía y tu atención hacia cosas que no son importantes en un momento específico.

Si estás hablando en público, te desvían del discurso que tienes que dar y te hace pensar en lo nervioso que estás (si no estás nervioso, en lo nervioso que deberías estar), en lo sonrojado
que posiblemente te ves, si las manos te están sudando, o si estás agitando mucho los pies, etc.

2. Algunos miedos lo convierten todo en algo personal.

Te enfrentan a ti mismo y hacen de ti, tu peor enemigo.

Si debes hablar en público, tus miedos te inundarán con pensamientos como “Yo nunca he sido bueno para hablar en público”, “soy muy estúpido para hacer esto bien”, “soy un perdedor y aunque me
sepa todo el discurso, en algún momento meteré la pata”, etc.

3. Algunos miedos te hacen más susceptible.

Te sensibilizan al punto de que todo lo que hay alrededor te afecta.

Y peor aún, te llevan a extremos.

Por ejemplo, al hablar en público te emocionas demasiado y apenas puedes hablar con claridad o te ponen demasiado serio, haciendo que tu voz aburra a tus oyentes.

Por supuesto, si cometes un error, tus miedos te harán demasiado reactivo y pensarás que por ese pequeño error que acabas de cometer, todo está perdido.

4. La mayoría de los miedos te quitan seguridad y te hacen cometer errores estúpidos. En ocasiones los miedos son muy poderosos y pueden lograr todo lo que te he dicho hasta ahora.

Primero te desconcentran, luego te atacan y luego hacen que cometas un error tonto, algo que no cometerías en condiciones “normales”.

Te hacen olvidadizo, te apartan de tu zona de enfoque, etc.

Por supuesto, los efectos de los miedos son muchísimos y dependen de cada quien.

Así que tu tarea es ponerte a pensar en qué hace cada miedo tuyo.

Imagina que eres un detective y estás recopilando información sobre una persona a la que estás siguiendo.

Averigüa todo sobre él y pasa al siguiente ejercicio.

Escoge tu miedo más personal (el miedo al fracaso, el miedo al ridículo, el miedo a cometer un error o a decir algo tonto en público).

A continuación te resumo lo que debes tener en cuenta:

1. Busca un lugar privado, desconéctate de todos y de todo, y relájate.

2. Elije tu miedo y crea una imagen que lo represente.

Algo que sea significativo para ti y que generalmente asocies con ese miedo.

Ten en cuenta todo lo que conoces acerca de ese miedo y trata de representar las características más sobresalientes (si no lo conoces lo suficiente como para formarte una imagen clara,
estúdialo mejor).

Por ejemplo, si tu miedo hace que te distraigas mucho, visualiza algo muy colorido, con muchos sonidos, muchas partes que cambian constantemente y que llaman tu atención y te molestan. O
también puedes valerte de una imagen familiar, por ejemplo, un mosquito gigante revoloteando cerca a tus oídos.

3. Añade sensaciones de los cincos sentidos a tu miedo: Ponle un olor a tu imagen (un olor apestoso o penetrante, por ejemplo), agrégale una textura particular (rugosa, lisa), sabores, colores
y sonidos (un sonido agudo o irritante; o un sonido repetitivo y permanente).

4. Ahora, comienza a jugar con tu miedo.

Es una creación tuya, así que puedes hacerle lo que quieras.

Hazlo muy pequeño, o píntalo con colores ridículos.

Disminuye su tamaño y su intensidad.

Haz lo que desees con tu miedo.

5. Finalmente, imagina una situación concreta en la que debes enfrentar este miedo particular.

Por ejemplo, imagina que vas a hablar en público (trata de agregar detalles muy reales aquí, por ejemplo, una exposición en tu trabajo o universidad, con compañeros reales) y justo antes de
entrar al escenario, aparece tu miedo a hablar en público (usa la imagen que creaste para él) y comienza a atacarte.

Después, visualiza cómo tú comienzas a dominar ese miedo.

Justo como hiciste en el punto anterior, lo ridiculizas y lo haces insignificante.

Lo dominas de la manera en que se te antoje.

Ya no te ataca, no te molesta.

Tú lo agarras entre tus manos y lo aplastas o le das un puntapié lejos de ti, lo que quieras.

6. La próxima vez que te encuentres en una situación real en la que tu miedo pueda aparecer, adelántate a él y reproduce la pequeña película que acabas de inventar en tu cabeza.

Te aseguro que tu miedo se hará un poco más pequeño.