LA NOCHE OSCURA DEL ALMA

“…sombra de fin de un ciclo y gemidos de fin de un ciclo y dolores de infierno siente el alma muy a lo vivo, que consiste en sentirse sin Dios…que todo se siente aquí, y más que le parece que ya es para siempre…viéndose puesta en los males contrarios…miserias de imperfecciones. Sequedades y vacíos…y desamparo del espíritu en tiniebla. “ San Juan de la Cruz. La noche oscura.

Lo que ha pasado a llamarse “la noche oscura del alma” (término acuñado por S. Juan de la Cruz) es sólo un aspecto del viaje espiritual, pero existen otros mucho más placenteros y suaves. La mayoría de las personas viven sus procesos de transformación de manera progresiva y equilibrada. No todo el mundo pasa por un estado de emergencia extremo.

Cuando Stanislav Grof acuñó el término “emergencia espiritual” pretendió acentuar tanto el peligro como la oportunidad inherentes a dichos estados. A lo largo de la historia, las personas que pasan por crisis espirituales son reconocidas por muchas culturas como “bienaventuradas”; Con la llegada de la ciencia “moderna” y la era industrial se descartó este aspecto del alma humana, centrándose tan solo en aquello que es material, tangible y mensurable. La espiritualidad, en cualquiera de sus formas fue exilada del punto de vista científico moderno.

La psiquiatría clasificó y aún clasifica estos estados dentro del marco de “disfunciónes mentales”, castrando los procesos de transformación de millones de seres. La mayoría de los estados “no ordinarios” de conciencia son considerados patológicos y tratados con medicación represiva y métodos psiquiátricos tradicionales. Estas personas son colocadas en la misma categoría que aquellos que sufren auténticas disfunciónes mentales.

En nuestra cultura no se reconoce el significado y el valor de los ámbitos místicos en el seno de los seres humanos. Los elementos espirituales inherentes a la transformación personal parecen ser ajenos y amenazadores para quienes no están familiarizados con ellos.

En las tres últimas décadas esto está cambiando. La espiritualidad se re-introduce en nuestra cultura. Comenzamos a mostrar interés por sistemas sagrados: religiones orientales, tradiciones como el chamanismo, literatura mística, ritos ancestrales, etc. En muchas disciplinas médicas se están produciendo progresos revolucionarios pero aún queda mucho por hacer. La soledad en el ámbito oficial en lo que se refiere a este campo impera. El modelo tradicional médico, la política administrativa tradicional y las restricciones burocráticas generan frustración entre los profesionales que intentan abrir una brecha nueva y dar cabida a otras alternativas para sus pacientes. Sus ideas y enfoques aún se topan con la rigidez, la ignorancia y el encorsetamiento general.

Aunque existen muchas excepciones, la mayoría de las personas han de ahondar en las áreas oscuras y pasar por ellas antes de alcanzar un estado de libertad, luz y serenidad. La intensidad de esta noche oscura varía en función del recorrido interior de cada persona. Algunos casos son realmente impactantes, generando transformaciones de conciencia que requieren de algún tiempo (meses hasta años) hasta ser asimiladas.

Teniendo en cuenta esto se plantean las siguientes preguntas:
¿Cuáles son los oscuros territorios internos que una persona debe atravesar?, ¿qué sensaciones producen?, ¿qué clase de conflictos debemos esperar?

Para quien esta inmerso en una emergencia espiritual, más o menos espectacularmente, la tarea de pasar el día, de funcionar del modo acostumbrado, puede convertirse en un reto. Las tareas normales de la vida cotidiana resultan abrumadoras y problemáticas. En ocasiones las crisis inundan a quienes las padecen con experiencias internas tan cargadas de emoción, fuerza visual y poder energético, que tienen dificultades a la hora de separar el mundo interno del externo.

Entre los componentes mas problemáticos con los que se enfrentan están las sensaciones de miedo, de soledad, creer que se están volviendo locos y la preocupación por la fin de un ciclo. Aunque estos estados de la mente son a veces intrínsecos, necesarios y elementos básicos del proceso de transformación, pueden convertirse en aterradores y excesivos, en particular si no se dispone de apoyo humano ni de referentes adecuados.

A medida que se abren las puertas del inconsciente, pueden liberarse a la conciencia una amplia variedad de emociones y recuerdos reprimidos.

El encuentro con la fin de un ciclo puede producirse en el nivel transpersonal de muchos modos. En lo que se experimenta como recuerdos de una vida pasada, uno puede revivir con intensidad su fin de un ciclo como soldado, esclavo, mártir o madre durante la guerra. Se puede afrontar la fin de un ciclo en un mundo mitológico, tal vez mediante la identificación con la figura de cristo crucificado o el desmembramiento de Osiris.

Una persona puede identificarse con toda la experiencia humana de la fin de un ciclo convirtiéndose en todas las mujeres que han muerto en el parto, o con todos los hombres que han muerto en el campo de batalla. Uno puede convertirse en el arquetipo mismo de la Muerte, experimentándola como una fuerza universal en toda su grandeza.

Esta es la experiencia de una mujer en estado de emergencia espiritual:
“Veía a mi alrededor un torbellino de imágenes de la fin de un ciclo: tumbas, cruces, huesos y calaveras. Vi cientos de batallas, campos de concentración, hospitales, escenas de fin de un ciclo por doquier. Participaba y revivía todas las fin de un ciclos acaecidas a lo largo de la historia. De repente, mi experiencia cambió, y tuve la sensación de que yo era la responsable de toda aquella sangría, me convertí en la Muerte misma, la Guadaña, el Jinete Pálido, y era yo quien eliminaba a la humanidad!!”

Es fácil asociar erróneamente las emociones y sensaciones que acompañan a los recuerdos con las situaciones inmediatas de la vida. Por ejemplo, un hombre que revive la amenaza de morir en el parto puede desarrollar una gran preocupación por la salud, una reacción extrema inhabitual al ver películas o programas que muestren la fin de un ciclo, sentirse amenazado o temer por su seguridad física, o pánico a lugares cerrados, ascensores o al metro abarrotado.

Si la experiencia completa del nacimiento emerge a la conciencia, con toda su amplia gama de emociones y sensaciones físicas, la persona desarrolla la introspección de que ése es el origen de sus miedos, y éstos desaparecen.