LAS MUJERES SOMOS CICLICAS Y PODEMOS HABITAR EN CUATRO MUNDOS DIFERENTES

La vizcaina Erika Irusta acompaña a las mujeres que lo desean a «vivir con gozo su cuerpo de mujer». Una de las claves que otorga es el conocimiento de que la mujer va cambiando y tiene diferentes dones y retos a lo largo de las cuatro fases de su ciclo menstrual. Erika Irusta es pedagoga, experta y divulgadora en ciclo menstrual y corporalidad femenina, además de doula.

Una aplastante mayoría de mujeres (por no decir todas), desde las más jóvenes a las mayores, hemos venido considerando la menstruación como una especie de maldición, un monstruo que nos hace la existencia más difícil, el origen de buena parte de nuestros males o, cuando menos (y en el caso de las más optimistas), un rollo que nos complica la vida durante varios días todos los meses. Usted rompe con esa visión negativa e invita a las mujeres a conectar con su menstruación.

Sí. Es que no queda otra. Es fundamental que cuestionemos los cuentos e historietas varias que nos cuentan (y contamos) en relación a nuestro cuerpo. Hay un importante nivel de desinformación y malinformación en torno al cuerpo femenino, que se evidencia en cómo nos sentimos en nuestro cuerpo. Sí, tenemos mucha información clínica sobre cómo ha de funcionar. Todo lo intelectualizamos, pero la experiencia de habitar un cuerpo concreto, uno de mujer que menstrúa, no nos permitimos vivirla. Uno de los porqués reside en cómo, nuestra cultura, interpreta el ciclo menstrual. Los tabúes que se pasan de generación en generación van anidando en nuestro inconsciente y, aunque nos creamos muy liberadas, la experiencia de menstruar (que viene a durar unos 35- 40 años) sigue siendo “algo” que se nos atasca.

Hemos dejado que la clínica nos defina. Hemos aceptado que los dolores menstruales son algo normal, inherente al hecho de haber nacido en cuerpo de mujer. Yo siempre invito a reflexionar sobre qué ocurriría si tuviésemos intensos dolores a la hora de hacer de vientre. Es bien seguro que el/ la médico de turno nos recomendaría hacer mil pruebas, porque se entiende que es altamente incapacitante padecer estos dolores y que es síntoma de una disfunción o desarreglo. Ahora bien, cuando una mujer de 21 años va al ginecólogo acusando fuertes dolores menstruales, es común que le prescriban la píldora anticonceptiva y le digan que es normal. Que de ahora en adelante ésta será su rutina y que, o bien se hormona, o bien tiene un hijo. Es decir, inhibir el ciclo menstrual de manera química o biológica. Como si alguna de estas dos recomendaciones fuera a tratar este problema porque, en la mujer, como en el hombre, no hay ningún proceso fisiológico que deba doler. Menstruar no ha de ser doloroso. Parir tampoco. Pero en nuestra cabeza, ahí al fondo, sigue martilleando esa retahíla del Génesis que nos espeta: «Mujer, por tus pecados, parirás con dolor».

Kate Millet, en su libro “Política Sexual”, afirma lo siguiente: «La jerga contemporánea denomina la menstruación como The Curse (“la maldición”). Existen considerables evidencias de que las molestias que las mujeres sufren durante su período a menudo es probable que sean psicosomáticas más que fisiológicas, culturales más que biológicas, en su origen. […] Contextos y creencias patriarcales parecen tener el efecto de emponzoñar las propias sensaciones físicas de las mujeres sobre sí mismas, hasta que a menudo esto se convierte verdaderamente en la carga que se dice que es».

Esto es, la cultura, el sistema cultural en el que vivimos nos moldea. Claro que hay disfunciónes ginecológicas que acusan de fuertes dolores y desajustes hormonales, pero no son la mayoría. De hecho, siempre se ha de comprobar que no se trate de una disfunción. Esto no se suele hacer porque, como hemos dicho antes, se da por hecho que el dolor va con el proceso. Somos animales sociales y la cultura nos da forma. Ésta la aprehendemos a través de nuestro entorno más inmediato y en especial de la relación con nuestra madre (o quien ocupe su lugar). La relación real que nuestra madre ha tenido con su cuerpo y con el ciclo menstrual es el espejo donde nos miramos y de donde aprendemos. Este espejo suele estar empañado y roto por esa herencia de mujeres en las que nuestro cuerpo, nuestros fluidos y nuestro deseo son objeto de desdicha y vergüenza. Sí, es posible que visto así parezca oscurantista y anacrónico (o no), pero como dijo Germaine Greer, «si crees que estás emancipada, prueba tu propia sangre menstrual. Si te pones enferma, es que aún te queda un largo camino por recorrer, tesoro».

Más allá de lo que llamamos la regla, está el ciclo menstrual (de 28 días aproximadamente), que engloba las cuatro fases por las que atraviesa la mujer; éstas vienen a ser como cuatro estaciones en las que, según afirma usted, nos transformamos en cuatro mujeres distintas. El autoconocimiento de nuestro ciclo nos va a aportar grandes beneficios. ¿por dónde podemos empezar ese trabajo de autoconocimiento y qué beneficios son esos?

Hemos de empezar por nuestro cuerpo. Hemos de bajar la cabeza y dirigir la mirada a aquello que hay bajo nuestro ombligo ¿Qué es? ¿Cómo se llama? ¿Cómo lo nombro? Internet es un increíble espacio para aprender, buscar, investigar, crear. Un buen viaje a la Wikipedia para conocer cómo funciona fisiológicamente nuestro ciclo es un inicio al alcance de cualquiera. Aprender que el ciclo menstrual es más que sangrar cada mes es clave para seguir tirando del hilo. Hay libros por leer pero, sinceramente, después de estos tres años trabajando con mujeres y ciclo menstrual, creo que la inmersión en el propio cuerpo es la clave. Si tuviera que recomendar un libro, recomendaría: “Viaje al ciclo menstrual”, de Anna Salvia, acompañado por el gran libro de la Dra. Northrup “Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer”. Pero, repito, la práctica es lo que nos va a devolver la mirada al cuerpo. Para ello, el uso de la copa menstrual (Naturcup o Mooncup, por ejemplo) es el comienzo magistral. Para mí supuso un antes y un después saber cómo era mi sangre menstrual. Qué color tenía, cuál era su olor, su textura. Para autoconocernos hemos de desear conocernos. Buscar medios, que los hay.

Los beneficios son incontables. Conocerse a una misma es la base de la libertad propia y original. Cuando te conoces, no te temes y, si dejas de temer, eres poderosa, con todas tus luces y sombras.

Hablemos de esas cuatro “estaciones”. La fase preovulatoria (primavera), ovulatoria (verano), premenstrual (otoño) y menstrual (invierno). Cada una de estas fases tiene sus dones o capacidades (habla incluso de los superpoderes de cada momento del ciclo) y sus retos. ¿cuáles son esas características?

Las fases del ciclo menstrual son arquetipos que evidencian el baile de hormonas sexuales que acontecen en nuestro cuerpo. Que nuestro cerebro esté bañado por los estrógenos genera estados físicos, psíquicos y anímicos muy diferentes a si es la progesterona la que está correteando por nuestras venas.

A modo de resumen, podemos decir lo siguiente. La fase preovulatoria es la joven, la adolescente, la rebelde, la virgen (en su acepción original de “no necesitar del otro para estar completa”), la Indomable. De entre sus superpoderes destaca su locuacidad, intelectualidad y sus altos niveles de atención y concentración. Es la mejor fase para planificar, emprender, comenzar a dejar un hábito, hacer deporte y crear nuestro espacio propio.

La fase ovulatoria es la lujuriosa, la Gran Señora, la madre (como arquetipo de fertilidad y nutrición), la Poderosa Afrodita. Destacamos como superpoderes su poder de convicción, su dominio de las relaciones personales y su sensualidad voluptuosa. Si tuviésemos una reunión de trabajo, éste sería sin duda alguna el mejor momento del ciclo. Aquí dominamos las relaciones tanto por el carisma como por el atractivo que desprendemos. Es la fase en la que nos suelen decir que estamos “de guapo subido”.

La fase premenstrual es la guerrera, la reina de la oscuridad, la destructora/creadora, la Arpía. Es aquella que se encarga de poner los límites. Esta fase es una de las menos valoradas y es una de las más potentes (aunque en sí, todas lo son). La rabia es el motor de acción y creación más potente que tenemos. La rabia señala aquello que hemos de cambiar. Y para cambiar y crear algo nuevo se ha de destruir lo viejo. En esta fase, el nivel de lucidez es muy alto. Estamos muy sensibles por el balance hormonal y podemos apreciar lo que ocurre de una manera muy precisa. Las tonterías que hemos aguantado en la fase ovulatoria por mantener la armonía de las relaciones (su punto fuerte) no las toleramos en ésta. La clave de esta fase es actuar, aprender a soltar el miedo a esa agresividad implosiva que hemos aprendido las mujeres por cultura. No es mejor callar. Lo mejor es pasar a la acción, pues sin acción la rabia nos asfixia y nos consume. Es este nivel de violencia hacia nosotras mismas lo que nos hace daño.

La fase menstrual corresponde a la anciana, la sabia, la Bruja. En esta fase, el cuerpo acostumbra a demandar descanso, ya que nuestro útero está haciendo un trabajo intenso: expulsar el endometrio. Es un momento para la calma, en el que el sueño onírico tiene mucha presencia. Ocurre que en esta fase hemos aprendido que no hemos de descansar. En los años 60 en EEUU, Tampax avisaba a las mujeres de que en esta fase no podían tomarse un respiro de sus tareas, porque su marido se había casado con una esposa a jornada completa. Hoy nos cuentan que en “esos días” podemos ir a montar a caballo con ceñidos pantalos blancos. Como si nos apeteciera. Como si, en realidad, solo “las quejicas y las desinformadas” no supieran que, con “la regla”, se puede hacer todo. Mismo discurso, diferente argumento. Ahora tenemos trabajadoras a jornada completa en lugar de dóciles amas de casa, pero la historia se repite.

Apunta usted incluso la conveniencia de gestionar la agenda personal atendiendo al propio ciclo. Este planteamiento es revolucionario.

Lo es, pero no es originalmente mío. Desde hace años hay mujeres en UK y Australia, por ejemplo, como Miranda Gray o Alexandra Pope, que hablan de cómo aprovechar la potencia de cada fase del ciclo menstrual. Ellas han hecho de altavoces de lo que ya en tribus indígenas de cazadoras- recolectoras (que guardan ciertas similitudes con nuestros orígenes) se ha venido haciendo desde años inmemoriales: seguir el flujo de la vida, que no es otro que el ciclo hormonal de las mujeres.

Es necesario mirar a otras culturas porque en ésta, en la que vivimos, la cultura Occidental, el ciclo menstrual se estudia más como “algo más” o bien como patología. Nunca se profundiza en cómo afecta en la percepción del mundo a nivel psíquico y anímico. En mis talleres he contado con comadronas y enfermeras con tremendas ganas de ampliar su formación en torno a cómo afectan estos balances hormonales en nuestro día a día como mujeres.

Nuestra percepción cambia, así como nuestro cuerpo. Prueba a ir a una entrevista de trabajo en fase premenstrual y verás que tus emociones estarán más a flor de piel que cuando estás ovulando. Es posible que te pongas increíblemente nerviosa y que creas que tienes todas las de perder. Quizás estés enfadada porque estés harta de hacer la décima entrevista del año para nada y la rabia comience a asomar. Así mismo, tu nivel de locuacidad será mucho menor al de la fase ovulatoria y al de la fase preovulatoria. Te costará manejar el lenguaje estándar de las entrevistas y es posible que te frustres un montón. ¿No hubiera sido mejor haber concertado esta entrevista en tu fase ovulatoria? Desprenderías seguridad, simpatía y tus feromonas harían gran parte del trabajo de la relación…

Dice usted que en los ovarios de la mujer reside el fuego de la creatividad.

Bueno, no lo digo yo. Lo dicen Tami Lynn Kent y la doctora Christiane Northrup. Ellas se refieren al cuerpo desde una visión holística, recuperando conocimientos milenarios como la medicina Maya, el Ayurveda o la Medicina Tradicional China. Como comentaba antes, para ampliar la visión del cuerpo femenino y su estudio hemos de acudir a otras tradiciones. Esto no quiere decir que la Medicina Alopática esté limitada. Ni mucho menos. Lo necesario es buscar distintas visiones que nos permitan tener una visión que nos ayude a comprender lo que sucede en nuestro cuerpo.

Los ovarios, para las parteras mayas, son el lugar donde residen nuestras semillas creativas y el útero es el espacio creador, es donde sucede la magia de la creación. A mí me encanta esta visión, porque explica cómo las mujeres no sólo creamos vida humana, sino también increíbles proyectos de vida, novelas, esculturas, deliciosos platos, etc.

Somos seres cíclicos en una cultura lineal y ello puede llevarnos a sentirnos cambiantes, variables, inestables, inconstantes… erika irusta acompaña a la mujer a aprender a gozarse cíclica y a habitar sin complejos su cuerpo. Es un reto ambicioso.

Sí, como ves es imprescindible conocer nuestras fases, porque sin hacerlo seguimos viviendo perdidas. Además de vivir creyendo que estamos locas, enfermas y que somos unas perpetuas inestables. No estamos locas, somos cíclicas y esto es increíble porque podemos habitar en cuatro mundos diferentes con diferentes superpoderes. Ocurre, como señalas, que vivimos en una cultura creada desde el masculino patriarcal, que entiende que todo es lineal y ascendente. En concreto, el capitalismo se centra en el crecimiento y en la producción intensiva. No valora los flujos de descanso ni decrecimiento. Ocurre que todo en la naturaleza es cíclico. Los hombres también lo son. Barajo la teoría de que ellos sigan el ciclo solar, con lo que, en el mismo día, van viviendo cambios que se repiten cada día, y en esta repetición entre días puedan dar la falsa imagen de ser lineales. No la he estudiado y dudo que lo haga, pues creo que es tarea de ellos. No hay nada que no sea cíclico. La fin de un ciclo podría ser lo único lineal y tengo mis serias dudas (ciclo de putrefacción, por ejemplo).

El falso imaginario de la linealidad nos hace daño. Seguimos creyendo que nuestro cuerpo está defectuoso y que somos algo o alguien diferente a lo que nuestro cuerpo es. Cada cual tiene su mística y es respetable, pero lo único seguro que hay aquí y ahora es que tú eres tu cuerpo, que yo soy este cuerpo. El resto son cavilaciones que algún día en algún lugar remoto se demostrarán o no.

Es primordial partir de nuestra cultura. La influencia del imaginario judeocristiano está aún presente en nuestra relación con el cuerpo. Las mujeres seguimos viendo nuestro cuerpo como algo inadecuado que necesita mejorar continuamente. El espíritu sigue siendo lo valioso y el cuerpo lo prescindible. El culto al cuerpo se enfoca desde un enfoque superficial, que trata al cuerpo como una masa que puede controlarse y moldearse a los antojos de una mente o de un espíritu. El cuerpo de una mujer, es decir, cada una de nosotras, tiene una historia y es esta historia a la que hemos de prestar atención para ser quien realmente somos. Nos gastamos mucho tiempo y dinero en querer dar con la persona que realmente somos y la tenemos delante del espejo. Conocer cómo funciona nuestro cuerpo es fundamental, así como darnos ese espacio para gozarlo. El deseo es la voz del cuerpo y tenemos, por influencia cultural, pánico al deseo y al bienestar. Vivimos presas en unas cabecitas la mar de amuebladas. Somos increíbles construyendo puentes y disertando la tesis, pero a la hora de escuchar a nuestro deseo nos quedamos petrificadas.

Como pedagoga, me dedico a crear un espacio para abrir la brecha. Para posibilitar esta escucha más allá de los tabúes y prejuicios. Soy la primera que domina los conceptos intelectuales y la primera con problemas para habitar su cuerpo, por eso conozco las trampas y los trucos que nos inventamos para decir que ya lo hemos conseguido. Se trata de que cada una de nosotras derribe sus propios muros de creencias y, entre todas, tejamos un lugar propio para habitarse desde nuestro cuerpo, el propio cuerpo de cada una. Es ambicioso, claro. Como fue pisar la luna. Muchas veces pienso en lo fácil que está resultando avanzar en aspectos tecnológicos y en todo lo que cuesta avanzar en el cambio de hábitos y remodelación cultural. En este 2013 es posible cambiarse de contacto fisico, pero sigue siendo un enorme reto trascender la cultura de los géneros y definirnos más allá del masculino o femenino patriarcal.

¿qué sucede cuando se alcanza la menopausia? ¿deja entonces la mujer de ser cíclica, desaparecen esas cuatro mujeres?

Mi trabajo parte de la propia experiencia y de la investigación continua en relación con otras mujeres. No soy una experta en el momento vital de la menopausia pero, hasta donde he podido observar, el ciclo se mantiene, pero de una manera menos intensa. Especialmente por el influjo del ciclo lunar y porque nadie dejamos de ser animales cíclicos nunca. Es cierto que, en los talleres han participado mujeres en la perimenopausia y mujeres en la menopausia. Estas últimas han comentado cómo se sienten más cerca de los atributos de la fase menstrual habiendo pasado por largos períodos en la fase premenstrual. Tiene todo el sentido. Si nos fijamos en las mujeres que comienzan la menopausia, las vemos más guerreras, marcando más los límites y atreviéndose a hacer cosas que antes ni habían pensado. Cuando ya llevan años sin el ciclo hormonal de la menstruación, muchas afirman ver todo con cierta calma y claridad. Se potencia el aspecto de la sabiduría y la percepción ampliada. Todo esto, por supuesto, en un estado de aceptación y conocimiento del cuerpo. Porque, tal y como se plantea la menopausia desde nuestro sistema, es un auténtico drama. Muchas mujeres comienzan la perimenopausia en torno a los 50 años y han de seguir trabajando al mismo ritmo que una mujer de 20 años. No pueden parar ni un segundo porque supondría el despido, sabiendo que a día de hoy es más difícil si cabe conseguir un trabajo si estás en la franja de los 50 (aunque ya ni con 25 años hay posibilidades).

En todas las edades, las mujeres, en este sistema, hemos de demostrar que nos lo hemos ganado por propio derecho. ¡Imaginaos si además una está fuera del “mercado reproductivo” (mercado en el que hemos de cotizar las mujeres por mandato cultural)! Las mujeres en esta etapa de vida se encuentran con serios obstáculos, que provocan intensos niveles de estrés que repercuten seriamente en su salud. Pasar de una fase vital a otra es complejo y requiere de calma, comprensión, espacio propio, compromiso y autonococimiento. No se soluciona prescribiendo hormonas (como no se solucionó con el ciclo menstrual); se soluciona replanteándonos el sistema en el que vivimos y habitando el cuerpo que somos ¿Fácil? No. Pero ¿quién dijo que lo fuera? Se trata de la vida en sí misma, de vivirla tal y como una desea. Más allá de los miedos, las culpas y las vergüenzas hay una brecha que permite ser una como es. El resto es atrezzo.