En los últimos treinta años, el budismo se ha extendido de manera sorprendente en el mundo occidental. A ello ha contribuido sin duda la figura del Dalai Lama, el cual «para muchos habitantes de nuestro planeta, aunque no sean budista, representa la personalidad viviente más respetable de nuestra época» (p. 15) En opinión del antiguo presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, representa un nuevo tipo de World Leader que sitúa a los principios de la paz y la compasión en el centro de su política. En los últimos tiempos, sin embargo, se han levantado algunas críticas. Perce que no todo es luz en la figura de este sencillo monje budista tibetano, existen también sus sombras. De ahí el título del libro: Las sombras del Dalai Lama. Junto con una amplia exposición del budismo tibetano, de sus ritos y su polìtica , la obra constituye una crítica en medio de la euforia budista del mundo occidental. La obra está dividida en dos grandes partes. La primera, que lleva por título «Ritual como política», une exposición y crítica de los fundamentos religiosos del budismo tibetano, el tantrismo. Se van desarrollando los siguientes temas: budismo y misoginia; el sacrificio ritual de las mujeres; la construcción microcósmica de un dominador mundial; la guerra entre Buda y Ala según el agresivo mito de Shambhala. Las conlusiones de esta primera parte no dejan lugar a dudas. El budismo tibetano tiene un concepto negativo de la mujer; la considera un impedimento en el camino de la iluminación; hablan los autores de la destrucción del principio femenino como uno de los propósitos centrales del budismo. La finalidad del sacrificio ritual femenino, que tiene un sentido simbólico, es el de dar origen a una esencia andrógina, sobrehumana. La obra Kalachakra Tantra, que analizan los autores, habla de la producción «alquímica» de un adrógino cósmico que tiene que ejercer un dominio total sobre el tiempo, sobre nuestra planeta y en todo el universo. A este dominador universal se le llama Adi Buda. No se sabe si muchas doctrinas tienen sólo un valor puramente simbólico, representativo de hechos psíquicos, o, por el contrario, hay que interpretarlas en sentido real. En esto caso, los autores consideran preocupantes estas doctrinas. Son las sombras del Dalai Lama , que se esconden o se «reprimen». La segunda parte, «Política como ritual», investiga el podér político del Dalai Lama sus presupuestos históricos. Trate del uso del tantrismo budista como método político para entender la historia del Tibet; del influjo del Vajrayana sobre el estado burocrático, la economía, el ejército, la política exterior y la política mundial. Algunos de los temas que desarollan los capítulos de esta segunda parte: el Dalai Lama como la encarnación de los dioses tibetanos; los fundamentos de la burocracia del Tibet; su realidad social; la magia como medio de política; los dioses guerreros detrás de la máscara de la paz; el fascismo y sus estrechas relaciones con el tantrismo budista; la conquista budista del Occidente. La «metapolítica» de los tibetanos, para un occidental, tiene mucho de fantástica e ilusoria. Las decisiones políticas se toman»por medio de oráculos y por las entidades sobrehumanas que actúan y se manifiestas detrás de ellos.» (p.23) En la persona del Dalai Lama se concentra todo el poder mundano y mágico-espiritual. Al final de su obra, los autores llegan a consecuencias muy negativas. Asi, por ejemplo, creen que «la promesa de la total iluminación de budismo tántrico es una trampa a fin de aprovecharse de los sentimientos religiosos e íntimos de los hombres para imponer de una forma mágica las finalidades políticas y religiosas del clero monacal.» (p. 778) Respecto a la política de la burocracia lamaísta, afirman que es «inhumana», porque está hecha por dioses y yogis, no por hombres. Estos dioses muestran, en parte, propiedades destructivas, que son «sacrosantas» y como tales no se pueden discutir; se habla de la constitución de un Estado de monjes androcéntrico, no democrático y despótico; la política no se determina en ún procesos de libre decisión democrática, sino según mandatos divinos provenientes de los oráculos; en fin, según los autores, el budismo tántrico manipula a las masas occidentales con imágines falsas de paz, ecología, democracia, feminismo, renuncia total a la violencia, justicia social y compasión solidaria. (pp. 779 – 780) Los autores denuncian igualmente el influjo que ha tenido el budismo tántrico sobre el fascismo y el nacional socialismo. Por todas estas razones, cuestionan la figura del Dalai Lama que va difundiendo la paz y la democracia, el feminismo y los derechos humanos, en el mundo ocidental. «La risa y las palabras amables del ‘buda viviente’ son sólo la fachada externa de su personalidad compleja.» (p. 783). Para ambos autores no les queda duda: aunque el Dalai Lama los monjes budistas predican cara al Occidente los grandes valores democráticos occidentales, esta actitud no es nada más que una máscara que esconde la verdadera realidad. Como puede verse, una obra polémica, que va a contracorriente de lo que se dice y se piensa actualmente en gran parte del mundo occidental.

J. Boada