La falta de ganas para ponerse a estudiar es bastante habitual. Expresiones como “no tiene interés”, “le da todo igual”, “es una batalla diaria comenzar a hacer los deberes con él”, “se distrae constantemente”, “se olvida de apuntar los deberes”, etc, son quejas habituales de los padres interesados en conocer qué tienen que hacer para mejorar esta situación. Probablemente no haya una respuesta única sino que tendremos tantas soluciones como niños haya, ya que cada uno de ellos presentará sus propias peculiaridades y circunstancias.

Cuando un niño se enfrenta al reto de ir a la escuela, asumir unos aprendizajes, hacer unos exámenes y aprobar, sus resultados van a venir determinados por dos grandes factores:

1.- Su capacidad intelectual. Es decir, su potencial de aprendizaje.

2.- Su motivación para el estudio.

Por dónde empezar: Algunas consideraciones.

1- Conocer las características del niño
Hemos comentado que una buena capacidad intelectual sin motivación puede llevar al fracaso escolar, pero también, un niño que tiene capacidades limitadas o un trastorno específico del aprendizaje puede hacerle perder la motivación por el estudio. Por tanto si hay sospecha de cualquier dificultad en el aprendizaje, paralelamente a motivarle en sus deberes, deberíamos efectuar una evaluación para detectar estas posibles dificultades ya que si nos quedamos sólo en motivarle y no somos capaces de darle los recursos y medios que necesita para tal aprendizaje, probablemente no avanzaremos.

2- Pregúntese cuando el niño dejó de motivarse por los estudios
¿El niño siempre ha presentado una desmotivación hacia el colegio y el estudio o ha sido una cosa repentina? La respuesta a esta pregunta es importante dado que podemos valorar si estamos delante de una actitud que se ha ido construyendo, es decir, hay niños que siempre les ha costado avanzar y, por tanto, pueden haber desarrollado un cierto desinterés por algo que les cuesta más que a sus compañeros y esto les produce baja motivación.

Es muy diferente cuando la desmotivación ocurre en un momento determinado del ciclo evolutivo del niño. El niño que baja repentinamente en sus calificaciones escolares en un momento dado puede señalarnos la intrusión de factores externos. Estos pueden ser de tipo familiar (problemas económicos, rupturas matrimoniales, etc.) pero también intra-escolares. A veces nos encontramos con niños que son víctimas fáciles de otros compañeros o incluso algunos que deciden bajar de notas para ser mejor aceptados en el grupo. Si no somos capaces de detectar estos problemas difícilmente podremos ayudar a motivarlo.

3- ¿Somos como padres unos modelos coherentes con lo que pedimos?
Más adelante hablaremos de rutinas, trabajo, esfuerzo, etc, pero ¿somos coherentes con lo que les pedimos a nuestros hijos? ¿Estamos en condiciones de motivar a nuestros hijos?.
Aquí va una primera regla de oro: “Los niños siempre aprenden más por lo que ven en sus modelos de referencia (normalmente padres) que por las instrucciones verbales que reciben de los mismos”.
Esto quiere decir que si quiero motivar a mi hijo, yo debo ser el primero en dar ejemplo. Cómo puedo pedirle que lea un libro, que haga sus deberes, que se esfuerce, si nunca me ha visto tomar un libro y disfrutar de su lectura y además se ,e recuerda tumbado en el sofá bebiendo una cerveza. Aunque el padre pueda alegar en su defensa que él ya ha trabajado y ahora se merece un descanso, de poco servirá si queremos motivar a nuestro hijo hacia el esfuerzo. No se trata de adoptar ningún rol especial sino de pedírselo con sinceridad, sentándome con él, diciéndole lo feliz que se siente de poder ayudarlo y lo importante que significa para nosotros verle hacer los deberes o estudiar.
Dedicar estos tiempos diarios a los niños es fomentar en ellos la motivación. No se trata de hacer teatro, cosa que molestaría más al niño, sino enviarle el mensaje de que estamos con él en su esfuerzo.
Si como adultos no hemos sabido transmitir ilusión, pautas, objetivos, constancia y también por qué no, recompensas, no estaremos en las mejores condiciones para motivar a nuestros hijos.

“Muchas veces recuerdo a los padres que los cambios importantes que queremos implementar en nuestros hijos se harán realidad en tanto seamos capaces de aplicarlos también a nosotros mismos”.

4- Condiciones para el estudio
Es también importante para motivar a los niños en el estudio que dispongan de un espacio suficiente con su propio material en una zona silenciosa y fuera de elementos distractores (ruidos, ventanas a la calle, etc). Factores como una adecuada iluminación y temperatura resultan muy importantes para su adecuado rendimiento. En la medida de lo posible podemos dejar al niño que personalice su rincón de estudio según sus preferencias (colgar algún cartel, dibujo, etc.) esto le hará sentir en un lugar más próximo y personal.

“La motivación respecto a cualquier actividad, si bien puede surgir de forma inesperada e intensa, no es algo que podamos crear de forma mágica cuando la queremos canalizar hacia algo concreto sino que hay que construirla paso a paso”.

5- Orientaciones para construir la motivación

Para motivar al niño es imprescindible que el niño perciba que puede conseguirlo y además tiene un plan en el que le vamos ayudar. Para desarrollar el tema lo estructuraremos en los 2 puntos básicos:

a) Marcar los objetivos a conseguir: Primero deberemos establecer con el niño los objetivos a conseguir. Estos deben ajustarse a la realidad de la situación y las posibilidades del niño y sus circunstancias. Es decir, podemos establecer que el objetivo es aprobar todas las asignaturas del primer trimestre o que si llevamos 4 asignaturas pendientes vamos a centrarnos en 3 de ellas para salvar el curso.

Aconsejamos (especialmente en niños pequeños) establecer objetivos a corto plazo (mejor centrarse en el trimestre que en las notas finales del curso).

Este proceso debe efectuarse con la participación activa del niño, preguntándole o dejándole opinar al respecto para que se sienta partícipe del proyecto y no un mero receptor de órdenes. Evidentemente cuanto más pequeño es el niño o peor es la situación (muchos suspensos, larga historia de fracaso escolar o desinterés, absentismo, etc.) los padres deberán asumir más el papel de toma de decisiones. Aún así recomendamos implicar al niño de una forma u otra.

Para motivar a los adolescentes deberíamos dejar que pudieran decidir algunos aspectos, aunque esto dependerá, entre otras cosas, de su propia historia educativa y su estado general. Lo ideal es proponerles que nos presenten su propio plan para empezar a estudiar y sacar adelante el curso. A partir de este esbozo los padres pueden supervisarlo, ajustarlo según su propia experiencia y finalmente pactar su puesta en marcha y efectuar una supervisión.

La motivación del joven aumentará a medida que percibe cierta autonomía y que él mismo es capaz de generar el cambio no tanto por imposición de los padres sino por convicción. Una vez las notas favorables llegan y recibe el reconocimiento de compañeros, padres y maestros, esta motivación se afianzará.

b) Desarrollar y aplicar nuestro plan para conseguirlos: Una vez fijado el objetivo vamos a ver como lo hacemos para conseguirlo. Aquí pueden entrar todas las estrategias y recursos que necesitemos para el niño pero es necesario ir concretando cosas.

Hay que marcar primero un objetivo final (aprobar todas las asignaturas del trimestre o curso –según edad-) y objetivos parciales (por ejemplo, estudiar cada semana una lección de Historia, etc.). Debemos estructurar y concretar paso a paso. Es decir, antes de conseguir aprobar el curso, el niño debe ser capaz de estudiar un determinado tiempo durante unos días para aprender la lección antes del examen.

En el caso de los niños que inician el curso debemos echar un vistazo a todo el temario, asignaturas, contenidos, etc., así como las fechas de los exámenes. Normalmente ya conocemos a nuestro hijo, sus puntos fuertes y débiles. Concretemos pues como vamos a organizar los tiempos de estudio, el lugar y como vamos a efectuar la supervisión.

Primero determinar los horarios que el niño va a dedicar al estudio. Es importante que sea realista para empezar. Es decir, es mejor empezar con un tiempo de estudio que el niño pueda asumir que empezar a marcar tiempos demasiado largos o exigentes, especialmente si no hemos conseguido antes establecer unos hábitos mínimos de estudio. Si vemos que el niño necesita más tiempo para cumplir los objetivos intentemos hacerlo progresivamente.

Después, según necesidades, debemos plantearnos cuál de los padres, familiar u otro le dará apoyo o supervisión y cómo va a hacerlo. Los niños pequeños serán más dependientes mientras que para los mayores, salvo dudas concretas, es preferible una cierta autonomía y centrar nuestro papel en preguntar lo estudiado o supervisar la realización de los deberes.

Estar muy encima de los niños cuando estudian puede desarrollar cierta dependencia y malos hábitos que hay que evitar.

Algunas estrategias que nos ayudarán en el plan:
Una vez acordados los objetivos, tiempos de estudio, lugar, supervisión, posibles recompensas, etc., escríbanlo en un papel a modo de compromiso por las partes. Tenerlo por escrito evita discusiones posteriores sobre lo que se ha pactado o no y es una forma de formalizar el compromiso.
Puede ayudarnos el cambiar un poco la habitación o lugar donde estudia el niño. Podemos incorporar una nueva luz, cambiar cosas (pintura, muebles, cuadros, etc). El niño puede colocar algún elemento de interés para él (póster, libros, juego…). Esto creará en él una cierta percepción de cambio y una motivación extra.
Tenga en cuenta las características personales del niño. Por ejemplo, si determinamos que debe dedicar cada día 1 hora a estudiar, en los niños hiperactivos y/o con déficit de atención necesitaremos efectuar varios descansos durante ese intervalo, sino lo más probable es que no aprovechen el tiempo. Por tanto, sería más aconsejable que la hora se distribuyera en 3 períodos de 20 minutos o menos entre los cuales podemos introducir alguna otra actividad.
Un recurso que suele funcionar muy bien es que el niño, una vez hemos trazado nuestro plan y lo vamos a poner en marcha, se comprometa delante alguna figura relevante de su entorno (padrino, tío, abuelo u otro) a llevarlo a cabo. Esta persona puede ir preguntándole regularmente (hay que acordar unas fechas concretas) para aumentar su motivación e incluso establecer algún tipo de premio o recompensa (por ser capaz de cumplir primero y un premio final si consigue el objetivo).
Los padres deben estar tranquilos y ser pacientes, evitar mensajes derrotistas o de desaliento cuando las cosas van mal y el hijo está cansado o no quiere. En estos casos podemos buscar una actividad que le guste al niño (jugar a cualquier cosa, dar un paseo, etc.) para cuando acabe los deberes.
Antes de recriminarle o reclamarle el cumplimiento de sus deberes, hacerle ver los aspectos en los que ha avanzado positivamente, esto le dará seguridad y verá que todavía confiamos en él.

Si el niño ya presenta cierto retraso en los aprendizajes busque ayuda profesional, establezca los apoyos necesarios (refuerzo, maestro particular, etc.). No obstante, no debemos caer en el error de sobre dimensionar las horas de estudio para compensar estas dificultades. Ello puede tener un efecto nefasto sobre la motivación que queremos impulsar. Ir paso a paso es fundamental. Debemos ser constantes y perseverantes pero nunca perder la calma.
Recuerde que si como padres queremos motivar a nuestros hijos, nosotros mismos deberemos ser capaces de ofrecer un modelo claro y coherente con nuestras peticiones. Si a menudo nos quejamos del trabajo, nos damos fácilmente por vencidos, preferimos callar que luchar o no somos capaces de transmitir ilusión en general, lo tendremos difícil.

6- Tener expectativas razonables
Si queremos motivarle adecuadamente deberemos pedirle que consiga aquello para lo que realmente está capacitado si le dedica tiempo y está suficientemente motivado. No debemos nunca exigirle por encima de sus posibilidades. La motivación, debe basarse en expectativas realistas.

Estas expectativas hacen también referencia a lo que usted transmite a su hijo. Normalmente si tenemos unas expectativas positivas pero realistas y somos capaces de transmitírselas al niño, sus posibilidades de éxito aumentarán. Transmítale inseguridad o bajas expectativas y el fracaso está garantizado.

No lo engañe nunca. Las expectativas que la transmita tienen que estar a la altura de lo que realmente el niño puede conseguir, nunca por encima de ellas ya que podría producir frustración y baja autoestima.

Se recomienda además respetar los tiempos que se establezca el niño o adolescente para estudiar y la alternancia con otras actividades necesarias para su desarrollo y crecimiento como el deporte, el juego y la sociabilidad.

Otro de los puntos importantes para que tu hijo se vea motivado a estudiar es que pueda comprender que la vida no se trata solamente de consumir y de dinero y que uno no vale por lo que tiene sino por lo que es. Lo que uno es no lo determinan las cosas materiales solamente sino fundamentalmente lo que uno sabe, lo que uno piensa, etc. La recompensa será que al llegar a estudiar lo que le guste, tendrá una gran satisfacción.

Hay que crear hábitos que nos faciliten la tarea.