¿Por qué siempre tengo hambre?

Hay personas que se sienten incapaces de seguir una dieta o comer normalmente a las horas establecidas porque manifiestan tener hambre constantemente; no sirve de nada explicarles que van a comer cinco veces al día, es decir, cada 3 o 4 horas, porque su problema es que a las dos horas de haber comido ya tienen una necesidad imperiosa de volver a tomar algo.

A continuación exponemos algunos de los factores que explican porque hay gente que no puede parar de comer:

Siempre estás deshidratado: Muchas veces pensamos que tenemos hambre, pero en realidad tenemos sed. La confusión ocurre en el hipotálamo, la parte del cerebro que regula tanto el apetito como la sed. Cuando la deshidratación se establece, los cables se
cruzan en el hipotálamo, lo que te lleva a buscar una bolsa de patatas cuando tú realmente necesitas una botella de agua. Para evitar que esto ocurra, es recomendable tomar una vaso de agua cada vez que tengas hambre, si al cabo de 15 o 20 minutos, el hambre no desaparece toma una pieza de fruta.

No duermes lo suficiente: En el momento en que te despiertas; después de una noche de mal sueño, dos hormonas relacionadas con el apetito ya han comenzado a conspirar en tu contra. Dormir poco, estimula los niveles de grelina, una hormona que estimula el apetito, así como disminuye los niveles de leptina, una hormona que causa la sensación de saciedad. La falta de sueño constante te puede llevar a que tengas un hambre voraz. Tu sistema, desesperado por una inyección de energía, provoca antojos de carbohidratos de azúcar, incluso si no tienes hambre. Debes dormir al menos entre 7 y 8 horas en la noche para poder escapar a este tipo de hambre.

Te gustán las comidas altas en carbohidratos y almidón: ¿Has notado cómo después de comerte una rosquilla o una galleta te dan ganas de comerte una tras otra? … hasta que quedan solamente migajas? Tu cerebro se convierte en adicto a los carbohidratos y al almidón. Los carbohidratos simples, del tipo de alimentos que se encuentra en la harina blanca con azúcar; como pasteles, galletas
dulces y saladas, eleva tus niveles de azúcar rápidamente, haciendo que bajen rápidamente después. Esa caída de azúcar en la sangre provoca hambre intensa por más carbohidratos, y así el ciclo continúa.

Tienes estrés: Cuando estamos estresados, nuestro sistema aumenta la producción de las hormonas del estrés; adrenalina y cortisol. Los niveles elevados de estas hormonas engañan a tu sistema haciéndole creer que está bajo ataque y que necesita energía, por lo que tu apetito se despierta rápidamente.

Bebes demasiado alcohol: Un pequeño estudio publicado en la revista Appetite afirma que las personas son más propensas a consumir alimentos altos en calorías después de beber alcohol. Y debido a que el alcohol deshidrata, puede engañarte; haciéndote creer que necesitas comida cuando tu cuerpo está realmente pidiendo agua. Para compensar el efecto; comiendo antes de beber, y asegúrate de alternar tus cócteles con agua para mantenerte hidratado, y así prevenir el hambre.

Necesitas comer más proteínas. Las proteínas tienen una gran capacidad de saciar el hambre y te ayudan a aguantar más horas sin asaltar la nevera. Algunas investigaciones sugieren que las proteínas suprimen en alguna medida el apetito.