«Tú puedes perdonar el pecado.» Eso, para la mayoría de la gente, es blasfemia como oirás más adelante, al citar las Escrituras. Es muy común entre todos nosotros atribuir nuestros males y dificultades a cosas externas – como las condiciones actuales del mundo, a nuestro entorno, o simplemente a cosas. Y estas cosas pueden ser cosas que no existen en nuestro mundo, o cosas que tenemos en nuestro mundo, pero aún así cosas, mientras que desde el principio la verdadera causa de nuestros males es el pecado. Así que se nos dice que él fue llamado Jesús porque vino a salvar a los hombres de sus pecados; su única preocupación era salvar a los hombres del pecado.

Ahora, ¿qué es el pecado? Pecar significa «errar el blanco,» «perder el rumbo,» «no alcanzar tu meta» en la vida. Si no tienes un blanco (un objetivo o deseo) no puedes pecar. Si tienes una meta en este mundo y no la realizas y la pierdes, entonces has pecado. Así que su propósito es mostrar al hombre cómo no pecar en este mundo. No hay condenación. Dime tu pecado – dime tu meta, y yo te diré la palabra de Dios. Eso es lo que él dijo. Él ha venido sólo para mostrarle al hombre cómo no perder su objetivo en este mundo.

Ahora vayamos a Marcos 2:3 – tenemos lo mismo pero con un giro diferente en Mateo 9:2. Es la historia del paralítico. Se nos dice que él estaba predicando la palabra, es decir, la historia de la salvación, y trajeron a un paralítico llevado por cuatro hombres; y al ver su fe, le dijo al paralítico: «Hijo mío, tus pecados te son perdonados.» (Marcos 2:5) Y algunos escribas que estaban sentados alrededor cavilaban en sus corazones: «¿Por qué habla este hombre así? ¡Es blasfemia! ¿Quién puede perdonar pecados, sino solamente Dios?» Y conociendo lo que ellos cavilaban en sus corazones, él les dijo: «¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico, ‘Tus pecados te son perdonados,’ o decirle, ‘Levántate, toma tu lecho y anda’?» Así que le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.» Y el paralítico se levantó enseguida y siguió su camino. Luego se nos dice, «. . . todos se asombraron y glorificaron a Dios . . .» que había dado tal autoridad a los hombres, pues fue un hombre quien lo hizo. Nosotros somos ese hombre. Es a nosotros a quienes esa autoridad para perdonar el pecado se nos ha dado. Y el mundo pensó que ellos simplemente tuvieron el poder exclusivo de un ser fuera del hombre. Léelo en Marcos 2 y Mateo 9.

Ahora, ¿qué es esta capacidad para perdonar el pecado? Sabemos que «pecar» significa errar el blanco. El que lo perdonó se hacía llamar «la Verdad». Él dijo: «Yo soy la Verdad. Si conocéis mi palabra y permanecéis en mi palabra, entonces conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres.» (Juan 8:31, 32) Pues toda la historia comienza con él enseñando la verdad – la palabra. Ahora, él se hace llamar «la Verdad». Si yo te pregunto esta noche: «¿Qué te gustaría ser en este mundo?» Y tú lo nombras – «Me gustaría ser _______________ (sin importar lo que sea)», y yo me dirijo a ti y te digo: «Tú eres eso, lo eres; ahora mismo lo eres» – tú dirías: «¿Lo soy? ¡No puedo creerlo!» Entonces tú estás negando la verdad. Él dijo: «Yo soy la Verdad» – YO SOY todo en este mundo; todo lo que el hombre pueda alguna vez imaginar, YO [lo] SOY. Entonces, tú imaginas lo que te gustaría ser. Si no puedes permanecer fiel y leal a esa visión de ti mismo, entonces estás pecando. No pecar es tener una meta. ¿Cuál sería? Si yo permanezco fiel a esa visión como si fuera cierto, ningún poder en este mundo podría impedirme realizarla – ningún poder en absoluto. Yo podría realizarla. ¿Cómo? No me preguntes. Pero si es necesario que el mundo entero de tres mil millones de habitantes (más de 7.000 millones en la actualidad) jueguen su parte para ayudarme a cumplir mi visión, ellos la jugarían sin saber que lo están haciendo. No habría ninguna diferencia si lo supieran o no. Ellos tendrían que contribuir al cumplimiento de mi visión, si yo permanezco leal a esa visión.

Así que, ¿cómo sería si yo fuera la persona que me gustaría ser? Si yo pregunto esta noche, «¿Hay alguien en esta sala que sea rico?» Y nadie dice, «Yo soy rico» – esa no es tu meta, y si la es, estás errando el blanco. Si hay alguien en esta sala – hombre o mujer – que sea conocido, que esté contribuyendo al bien del mundo, y nadie responde, «Yo soy él,» entonces o bien no es tu meta – o si es tu meta, la estás perdiendo. Por tanto, el nombre es «YO SOY él,» como se dice en Juan 8:24, «Yo te digo que morirás en tus pecados; pues a menos que tú creas que yo soy él, morirás en tus pecados.» Este no es un hombre hablándome. Esto tiene lugar en las profundidades del alma del hombre. Si tú no crees ahora que YO SOY quien me gustaría ser, entonces estás perdiendo tu objetivo y estás pecando. Así que no viene de fuera; no es causado por nada del exterior en absoluto. Mis problemas de salud no están causados por las condiciones ni por el entorno, o cualquier otra cosa; están causados sólo por el pecado – y pecar es errar el blanco. Sólo hay un ser – una persona en el mundo – que puede acertar ese blanco, y es Dios. Dios perdona el pecado, como se nos dice en Isaías: «Yo soy el Señor, yo soy tu Salvador, y no hay ningún otro Salvador.» «Yo, yo soy el Señor, y aparte de mí no hay ningún Salvador. Antes de mí no hubo ningún Dios, ni habrá ninguno después de mí. Yo soy el Salvador.» (Isaías 43:3; 43:11)

Serás salvado de lo que eres. Sólo hay un ser en el mundo que puede salvarte, y ese Ser es «YO SOY». Por lo tanto, tú te salvas a ti mismo. ¿Cómo sería si fuera cierto – si yo fuera ahora el hombre o la mujer que me gustaría ser? Asúmelo y atrévete a creerlo y a caminar como si fuera cierto, y ningún poder en este mundo podrá impedir que llegue a suceder – ¡ningún poder! No hay nadie más grande que Dios. Di, «Yo soy» – eso es Dios. ¿Estás en presencia de alguien y porque esa persona tiene una pequeña etiqueta – o porque él es el Primer Ministro, o la Reina, o el Presidente de cierto país, tú crees que él es más grande que tú? Estás errando el blanco. No puedes estar en presencia de nadie que sea más grande que tú, si tú sabes quién eres. No vas a alardear de ello delante de ellos, a sabiendas, pero tampoco nadie será más pequeño – todos son Dios. Entonces se te dice que vayas y les digas. (Ezequiel 3:18, 33:8) – «Ve y diles. Si no se lo dices, y ellos pecan y tú no se lo dices – ellos morirán en sus pecados, pero su sangre estará sobre tu cabeza. Si tú se lo dices y ellos no se arrepienten, ellos morirán en sus pecados, pero la sangre no estará sobre tu cabeza. Así que diles.» Así que Jesús se hizo confesar que él les diría, de modo que la sangre no pudiera estar sobre su cabeza.

En Hechos 20:26, 27 Pablo hace la confesión: «. . . pues no rehuí declarar a vosotros todo el propósito de Dios. Por tanto, os doy testimonio en este día de que soy inocente de la sangre de todos, pues no rehuí declarar a vosotros todo el propósito de Dios.» Les dijo eso, que él no podía llevarse ese secreto a la tumba y no compartirlo con el mundo. Así que yo se lo he dicho a todos, que este es un principio que no puede fallar.

Ahora volvamos al paralítico. Tú viniste aquí esta noche por tu propio pie, por así decirlo. Si yo te digo que nosotros somos el paralítico de las Escrituras, tú te quedarás sorprendido. Ellos fueron llevados al lugar por cuatro hombres. ¿Sabes quiénes son los cuatro hombres? Los antiguos siempre nos llamaban por los cuatro sentidos – los cuatro ríos que corrían por fuera del Edén. No hablaban de cinco, hablaban siempre de cuatro. Unieron el gusto y el tacto porque dependían del contacto. Para probar o tocar algo, debe contactarse. Pero separaron la vista, el oído y el olfato. Estos tres fueron separados en el gran simbolismo de las Escrituras. Pero el gusto y el tacto fueron unidos. Los llamaban los cuatro sentidos, y nosotros vinimos aquí esta noche a cargo de estos cuatro hombres. Yo conozco mi balance bancario, y en dos semanas el Tío Sam quiere parte de lo que yo gané. Ni siquiera conozco al Tío Sam. Me dicen que él existe en algún lugar, pero yo no sé dónde; así que se supone que debo pagarle el día 15 del mes que viene «x» número de dólares. Independientemente de cómo yo viva, debo guardar algo para pagarle. Es la tierra del César, soy plenamente consciente de eso. Puedo ver mi balance bancario. Yo sé lo que está en mi mundo. Puedo tomar mis sentidos y llevarlos a participar en lo que está teniendo lugar.

Fui traído aquí esta noche a hombros de estos hombres. Él me dice: tus pecados te son perdonados, y, camina. ¿Cómo puedo hacerlo, sabiendo lo que debo pagar el día 15, sabiendo lo que debo hacer entre ahora y el día 15? ¿Cómo lo haré? Tus pecados te son perdonados, pero ¿quién puede perdonar sino Dios? Sólo Dios puede perdonar, y Dios es YO SOY. Muy bien, voy a ver ahora el mundo como yo lo vería si ahora fuera 1 de Mayo y todas las cosas detrás de mí estuvieran completamente pagadas, pagadas en su totalidad.

Supongamos que yo estuviera en paro (sin empleo). Fui traído aquí esta noche a hombros de estos hombres. Sé que tengo que pagar el alquiler y comprar comida – todas estas cosas – ¡y él me dice que mis pecados me fueron perdonados, que me levante y tome mi lecho y camine! ¿Cómo? Fui traído aquí sobre los hombros de cuatro hombres y se me dice que me levante – ignoro a estos cuatro y camino por mis propios medios ahora. No camino en base a lo que los cuatro me permiten ver, oír, y oler, y ser. Salgo de aquí sin la ayuda de estos cuatro. Camino por mí mismo. ¿Cómo? Ignoro la evidencia de los sentidos. Ellos me trajeron aquí. Ignoro por completo lo que me dicen que realmente tengo en este mundo, y veo lo que me gustaría ver y asumo que las cosas son lo que me gustaría que fueran, e influencio a cada ser en el mundo para que juegue su parte para cumplir lo que yo estoy asumiendo que soy en este mundo. Vine como paralítico, y me marcho por mi propio pie. Esa es la historia.

Cada ser en el mundo está llamado a levantarse y marcharse por su propio pie, porque él perdona tu pecado. Él viene al mundo sólo para liberar al hombre del pecado, sin importar lo que tú hayas hecho alguna vez en este mundo. No mires atrás a como son las cosas; mira las cosas como deberían ser, el hombre o la mujer que te gustaría ser, y asume que tú eres y ves eso sólo. Y entonces sabrás lo que es perdonar el pecado. ¿Quién perdona? Dios perdona. Él te perdonó. Yo asumí. ¿Quién asume? Yo asumo, ése es – Dios. «YO SOY» es Su nombre. YO ESTOY asumiendo que YO SOY el hombre que me gustaría ser. Ese es Dios. Comienzo a nombrarlo y camino en ese estado, y ese es Dios. No hay nada más que Dios. Olvida lo que hayas hecho, o lo que aparentemente estés haciendo, y sueña con el hombre o la mujer que te gustaría ser y atrévete a asumir que lo (la) eres.

Ahora se nos dice por el gran Blake: «El espíritu de Jesús es continuo perdón del pecado» – perdón del pecado a cada momento del tiempo. Esta noche, cuando entremos en el silencio podemos sentarnos aquí por un minuto y perdonarnos unos a otros. Supongamos que yo pudiera escuchar a todo el mundo aquí levantarse y contar la historia más fantástica en el mundo sobre ellos mismos o un amigo, o un pariente – o alguien. Supongamos que yo, realmente queriendo que se cuente desde este estrado, me siento en el silencio y escucho eso y sólo eso – la historia más fantástica en el mundo que pudierais contarme individualmente. Si yo salgo de aquí esta noche convencido de lo que escuché y permanezco fiel a lo que he imaginado y escuchado, debo escucharlo – ningún poder puede detenerlo, si yo permanezco fiel. Si alguien dice que no ha funcionado, yo no hago preguntas, pero en lo que a mí respecta, ha funcionado. Estoy seguro cuando sé que la visión que yo estoy sosteniendo para ti «tiene su propia hora señalada, madurará y florecerá. Si parece que tarda en llegar, espera. Es seguro, no será tarde.» Si yo realmente asumo que las cosas son como a mí me gustaría que fueran de cada persona aquí, y permanezco fiel, sé que la historia es o bien verdadera o falsa. Yo sé que es verdadera. No puede fallar. No hay ningún poder en el mundo que pueda hacer que falle.

Otra palabra para pecado en la Biblia es «ofensa». La tenemos en nuestro maravilloso Padre Nuestro: «Perdónanos nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.» Se trata de una infracción menor de este principio. «Cometer ofensa» significa un desliz individual, una recaída temporal. Tú y yo comenzamos a hablar de una personalidad. ¿Qué estoy haciendo? Él sólo está en un estado. Por lo tanto, debo creer que él está desempleado cuando tú y yo entramos en la discusión. Hablo de un hombre que está desempleado y lo vemos como desempleado y comenzamos a decir: «Bueno, las condiciones son malas,» o «Tal vez él no era lo suficientemente bueno para el trabajo,» y tú y yo estamos hablando de un hombre que está desempleado y sólo vemos el estado. Estoy cometiendo ofensa. Él [solamente] está en el estado. Pero puedo caer en esta pequeña trampa. Todos lo hacemos, todos los días, a lo largo del día.

Leemos el periódico, y un hombre es llamado un gran hombre porque él pasa a ser Presidente, o tal vez alguna otra persona en este mundo. Leemos a algún columnista opinando sobre él y nos dejamos llevar por lo que el columnista nos dice, y de repente comenzamos a pensar como el columnista querría que pensaras, y estás cometiendo ofensa. «Señor, perdónanos nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.» Es un ligero desvío de nuestro objetivo. Somos apartados por lo que leemos, o escuchamos, o vemos en este mundo. Así que eso es cometer ofensa. Entonces, hablo de alguien que no puede encontrar trabajo – bien, ¿estará él cualificado? Estoy preguntando todas estas cosas, y son irrelevantes para este principio. Tampoco con este principio tienen ningún valor en absoluto. ¿Qué es lo que él quiere? Él quiere un trabajo. ¿Y cuánto quiere ganar? Él nombra una cifra. Supongamos que él tuviera lo que quería – entonces déjame asumir que es cierto y comienzo a ver el mundo como yo lo vería para él si fuera cierto y siento la alegría que sería mía si él ahora tuviera un empleo remunerado, ganando esa cantidad de dinero. Esto es o bien verdadero, o falso. Yo te digo: es verdadero.

Hoy tú y yo podemos recitar El Padre Nuestro – pero realmente recitarlo – y pedir perdón por nuestras ofensas y dejar que él muestre misericordia por nosotros haber errado el blanco por así decirlo. Lee la historia. Él es traído sobre las espaldas de cuatro hombres. Él mismo no tenía fe. Pero a pesar de lo que ellos sabían, todavía había cierta fe, y le llevaron ante la presencia de Dios, sabiendo que Dios podía perdonar el pecado. Y él dijo: «A causa de vuestra fe» – él habla ahora a los que le trajeron; él no le habló al hombre al principio, luego se dirige al paralítico: «Hijo mío, tus pecados te son perdonados.» He aquí una fe vicaria. Entonces, yo puedo tener fe por ti si tú no la tienes por ti mismo. Tú puedes tenerla por mí si yo no la tengo por mí mismo. Muy a menudo la fe vicaria es más fácil que la fe directa. Si yo puedo dirigirme a ti, si tú realmente crees que un acto imaginario es un hecho, y puedes realmente creer que yo soy ahora lo que me gustaría ser, y aunque por el momento yo dudo y no soy fiel, tú puedes decir – a pesar de mí mismo tú puedes sacarme de mi estado – por un minuto tendré fe. Los que le llevaron sobre sus espaldas mostraron fe al traerle ante la presencia de Dios. Dios les felicitó por su fe. Y se dirigió al paralítico y le dijo: «Hijo mío, tus pecados te son perdonados.» Los que le oyeron pensaron que era blasfemia. ¿Quién podía perdonar pecados, sino sólo Dios?

Él perdonó el pecado, pues él era el «YO SOY». «A menos que creáis que YO SOY él, moriréis en vuestros pecados.» Así que te pido esta noche, vuélvete a tu prójimo, y tal vez puedas oír lo que el otro quiere y regocijarte por su buena fortuna, y ellos pueden regocijarse por tu buena fortuna. Realmente siente que es cierto, y ve el mundo como sería si ellos fueran lo que querían ser – y llegarán a serlo.

Por lo tanto, esta es la historia de nuestra capacidad para perdonar el pecado. Ellos tuvieron miedo cuando vieron lo que sucedió y entonces crucificaron a Dios por haber dado tal autoridad (poder) a los hombres. Se nos dice: «Si lo retienes, es retenido. Si lo liberas, es liberado.» Veo a un hombre y lo juzgo por mis sentidos. Le retengo. Pero podría liberarle viéndole erguido sobre sus propios pies y moviéndose en este mundo de una manera gloriosa. Así que el material que yo antes descartaría como no bueno, no lo descarto más. Lo tomo y lo uso. Tomo al mismo hombre que yo antes descartaría y lo veo teniendo un empleo remunerado, siendo amado, y amoroso, y creo que lo que estoy viendo para él es cierto; y en la medida en que yo soy fiel a esa idea de él, se vuelve realidad en este mundo.

Ese es nuestro poder. Tenemos poder para perdonar el pecado. Si tú no tienes una meta en este mundo, no puedes pecar. Y no tiene nada que ver con cuestiones morales. No. ¿Tienes una meta? ¿Tienes algún objetivo en este mundo? Entonces esta es la forma de realizarlo: Supón que fuera cierto. En Romanos 8:4 se nos dice: «. . . no caminamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.» La carne son mis sentidos. Mis sentidos niegan que yo soy lo que me gustaría ser. No caminemos conforme a la carne – caminemos conforme al Espíritu. El Espíritu es verlo en mi imaginación como si fuera cierto.

Esta noche puedo ir a casa y encontrarme un armario vacío o un aviso en mi puerta: «Tienes de plazo hasta mañana.» Muy bien. Imaginaré que todo ya está resuelto. Y si yo creo en lo que imagino, no significaría nada la amenaza que me fue dada – si yo realmente lo creo. «Ahora créelo,» se nos dice. Si lo crees, se cristalizará en un hecho. Realmente no importa qué amenaza en este momento mis sentidos me dicen que hay – tengo que ignorarlo. Tengo que ignorar a los cuatro que me trajeron a este lugar. Ahora no iré más encima de estos cuatro. Simplemente caminaré conforme al espíritu y no conforme a la carne.

Por tanto, te pido que lo pruebes. Si lo pones a prueba no puedes fallar y – cuando hayas realizado tu objetivo, te pido también que lo compartas conmigo para que yo pueda compartirlo con la audiencia.

Hace unos tres meses un hombre se sentó en esta audiencia, y esta mañana he recibido una maravillosa y dulce carta suya. Él esperaba un gran extra en su salario. Había trabajado duro con todas las promesas, y una chica que nunca estuvo en el trabajo – pero que por ser «una de las chicas favoritas del jefe» – se llevó el extra. Él, que había hecho todo el trabajo, no se llevó prácticamente nada. De modo que él y yo acordamos mentalmente que tendría el trabajo más maravilloso, con más dinero y todo. Esto está sucediendo ahora en abril. Parecería que tardó mucho en llegar, pero hoy él está en ese trabajo, ganando más dinero – más de lo que esperaba – con más responsabilidad y oportunidades, y todo. Yo permanecí fiel a esa carta que yo sabía que vendría cuando él la escribiera. Y lo único que hice fue oírle decirme (en mi mente) lo que me diría si fuera cierto, y nunca vacilé.

Así que sólo te pido que seas lo más fiel posible a cualquier estado imaginario en este mundo, no importa lo que sea. Dios reside en cada uno de nosotros. Todo el mundo tiene que decir: «YO SOY». Ese es Dios. Yo soy Einstein, yo soy Neville. YO SOY es Dios. Neville es una cosita que descansa sobre el fundamento que es Dios. Yo soy rico – eso es una cosita sobre el fundamento de Dios, y Dios es infinito, Dios es todo. Por lo tanto, cualquier cosa que digas, antes de que la digas, tú dices: «YO SOY» – y escuchas y observas a los cuatro hombres que lo trajeron, lo trajeron paralizado. Él no es eso en absoluto. Pero ellos lo niegan – los cuatro sentidos lo traen y los cuatro sentidos lo niegan, los cuatro sentidos lo ignoran.

Cuando tú recurres al nombre de Dios, no dices: «En el nombre de Dios, esto y lo otro»; tú pides con el nombre de Dios, y pedir con el nombre de Dios es sentir: «YO SOY rico, saludable, seguro» – y entonces lo crees. Si tú pides con el nombre de Dios y lo crees mentalmente, verás el mundo como nunca lo habías visto antes de hacer la afirmación sentida, y si permaneces fiel a esa afirmación sentida, debe cristalizarse en tu mundo.

Este es el principio y va con cada ser en el mundo, independientemente de su nacionalidad o color de piel. Todo es Dios. Todo el mundo tiene que decir «YO SOY» antes de decir: «Yo soy esto y lo otro . . .» «Yo soy un hombre,» – dices: «YO SOY» antes de decir «un hombre». «Yo soy americano», «Yo soy indio», «Yo soy japonés», «Yo soy chino». ¿Qué clase de ser te gustaría ser? Lo nombras. «YO SOY» lo está haciendo. Toma este fabuloso mundo nuestro y toma todos tus sueños y colócalos sobre el único fundamento – no hay ningún otro fundamento aparte de Dios – y Dios es YO SOY.

De modo que el paralítico vino aquí esta noche en todos nosotros, y nosotros fuimos traídos sobre los hombros de cuatro hombres, y los cuatro son nuestros cuatro sentidos: vista, olfato, oído, gusto y tacto. El gusto y el tacto se unen en uno solo porque dependen del contacto. Estas son las cuatro corrientes – los cuatro ríos de la vida que vienen desde el Jardín del Edén. ¡En cualquier momento del tiempo estamos en la presencia del YO SOY! Dejémosle que perdone mi pecado. Yo me perdono a mí mismo al atreverme a asumir que soy lo que me gustaría ser, y al asumir eso camino en esa asunción y se cristaliza en hecho. Ningún poder en el mundo puede detenerlo – ¡ninguno!

Cuando hablamos del pecado, no dejes que nadie te asuste con el pecado. Él viene a perdonar al pecador. Su único interés está en el pecador. Las llamadas violaciones morales – ¡olvídalas! Yo no te pido que las violes, sino que las olvides. Todo será subcurado. Es mi deber. A través de la conciencia de Pablo, Ezequiel, Jesús – «Si yo no os cuento lo que sé sobre la ley de Dios, entonces vuestro pecado está sobre mi cabeza; pero si os cuento y todavía no me creéis, moriréis en vuestros pecados, pero vuestra sangre no estará sobre mi cabeza.» Así que Pablo dijo: «Yo les contaré. Les he anunciado todo el consejo de Dios a ellos, así que soy inocente de su sangre.»

Hay infinitos estados. Un hombre cae en un estado y entonces él está en el estado, pero él no es el estado. Sácalo del estado preguntando mientras él está en el estado: «¿Qué te gustaría?», y él nombra el estado al que le gustaría entrar. Y le colocas en ese estado preguntando cómo sería si él fuera ahora lo que le gustaría ser; y permaneces fiel – dejándolo donde está – pero tú permaneces fiel a este concepto y él sale de ese estado. Reflexionando, él podría decir: «Habría ocurrido de todos modos.» Bueno, está perfectamente bien – ya tú sabes. Cuéntale a todo el mundo la historia, y diles que depende totalmente de ellos. Si ellos creen – como se nos dice: «Si no creéis que YO SOY Él moriréis en vuestros pecados.» (Juan 8) Cuando lo lees, podrías pensar que un hombre te está diciendo: «Yo soy Dios, y tú no.» La historia entera tiene lugar en el alma del hombre. Esa es la historia.

Ahora él nos dice la verdad: «Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres.» Y ellos se quejaron: «Somos libres.» Aquí están esclavizados, y creemos que somos libres. Somos norteamericanos, somos libres. ¿Hasta qué punto somos libres? No puedes pagar el alquiler o comprar comida, y creemos que somos libres. Sólo puedo ser libre si conozco el arte de perdonar el pecado, y el único que puede perdonar el pecado es Dios – y el nombre de Dios es «YO SOY».

En este mundo de hoy, en nuestra tierra maravillosa, hay cientos de miles en las cárceles físicamente – pero son norteamericanos. Hay cientos de miles sin empleo, que no pueden pagar el alquiler. ¿Libres? Son norteamericanos. Yo digo, ve y cuéntale a cada ser en el mundo la historia de Dios – como se nos dice en el Antiguo y Nuevo Testamento – y libéralos. Ellos pueden ser libres si saben quiénes son. Yo debo contarles la historia. No hay ni un solo ser en la cárcel esta noche . . si le preguntas quién es él y qué edad tiene, te dirá: «Yo soy John Smith, y tengo . . .» y él te dirá su edad. Pero antes de todas estas cosas, él te dice «Yo soy». He visto esto, como puedes ver. Asusta a la gente, como se te dice en Mateo 9:8: «Cuando las multitudes vieron esto, sintieron temor, y glorificaron a Dios, que había dado tal poder a los hombres.»

En San Francisco, cuando yo conté esta historia, una señora que estaba sentada en mi audiencia acababa de recibir una notificación del ejército referente a que su hermano había sido juzgado, en un consejo de guerra, y condenado a seis meses de trabajos forzados. Ella se fue a casa y dijo: «Si este hombre está diciendo la verdad, yo puedo ponerlo en libertad.» Se sentó en un lugar donde ella podía ver si alguien entraba. Se perdió en el estado imaginario en el que el timbre sonaba y bajaba corriendo las escaleras, abría la puerta, y abrazaba a su hermano que estaba allí esperando. Lo hizo durante una semana entera. El domingo siguiente por la mañana, antes de venir a mi conferencia, sucedió. Y cuando ella vino a mi conferencia, no pudo reprimir el impulso de levantarse de un salto de su asiento en medio de una audiencia de 1000 personas y decir que debía contar la historia, y la contó. El hermano fue dado de baja del ejército con todos los honores, a pesar de que fue sometido a un consejo de guerra y condenado a seis meses de trabajos forzados.

Todo el mundo puede ser perdonado. Él no es el mismo ser que era – lo que sea que hiciera para merecerse el consejo de guerra – ¿por qué debería él pagar hasta la última gota, si ella podía redimirle sacándole del estado que lo llevó a hacer lo que sea que hizo? Si yo soy sacado del estado y puesto en otro estado – si yo tuviera a alguien esta noche que fuera la bestia más horrible del mundo y estoy decidido a hacer de él una persona buena y amorosa, luego él entra en mi mundo y demuestra su bondad con sus actos, con todo – él ya no es el mismo ser que era cuando me desagradaba – la misma alma inmortal, sí, pero él está en un estado diferente. Siempre estuve juzgando el estado, ¿pero debería mantenerlo en ese estado y hacerle pagar un precio que sólo pertenece a ese estado? Como ves, hay tal cosa en este mundo como la misericordia de Dios. Ningún pecado puede ser expiado a menos que Dios intervenga y sea misericordioso – pues tú eres Dios y puedes intervenir. Él te lo dio a ti. Sólo Dios puede perdonar el pecado, y tú puedes perdonar el pecado: por lo tanto, ¿no eres tú Él? Dios es misericordioso. ¿No puedes ser misericordioso y transformar completamente a cualquier ser en el mundo? Y, ¡oh! ¡Qué emocionante es transformar a un ser y verlo diferente en un corto periodo de tiempo!

Así que te pido que lo pruebes, no puede fallar. Pero cree en la afirmación de la oración del Señor: «Perdona nuestras ofensas.» Nosotros realmente hemos cometido ofensas. Hemos oído un rumor y nos lo hemos creído. Vemos las señales de «Prohibido el paso» por todo el lugar, pero igualmente pasamos. No lo hagas. No importa lo que oigas de nadie, no lo escuches a menos que sea algo hermoso, pues ellos sólo están hablando de un estado, y están manteniendo a esa persona en un estado. No les escuches. Saca a todo el mundo de cualquier estado indeseado, pero no te olvides de sacarte a ti mismo también. Ponte en el estado más glorioso de ser exitoso, ser querido, ser feliz. Pruébalo. Te prometo que no te fallará.

Ahora vamos a entrar en el silencio.
Traducido por Manu Anderson
La conferencia original en inglés es YOU CAN FORGIVE SIN (Neville Goddard – 03-29-1963)