Creo que el autoengaño que a tantos nos margina de nuestras señales internas, se inicia en realidad con tentativas de engañar a otros. Es evidente que el niño muy pequeño carece de capacidad para engañarse a si mismo o engañar a otros. Al no conocer prácticamente impulsos externos, actúa siguiendo casi exclusivamente sus señales internas.

Sólo cuando se hace patente el sistema externo de señal y recompensa surge la tentación de intentar burlarlo, de embarcarse en un pensamiento y una conducta autolisiantes, intentando engañar a otros para que piensen que somos algo que no somos concretamente, transmitir señales falsas a fin de manipular a otros, para poder sentirnos superiores, según pautas externas.
Estos pensamientos y comportamientos negativos pasan luego a incluir prejuicios sin ninguna base real, falso orgullo, pretensiosidad y falsedad, hipocresía (sobre todo condenar a otros por hacer el mismo tipo de cosas que solemos hacer nosotros) y el recurso frecuente a la cólera, la falsa humildad, la turbación fingida, la susceptibilidad extrema, la arrogancia, etc, en en nuestros intentos de utilizar en provecho propio el sistema de señales externas.

Nuestra sinceridad con nosotros mismos puede medirse en gran parte por nuestra voluntad de desviarnos de nuestro curso para convencer a otros de que somos algo que en realidad no somos. Todos conocemos personas capaces de alquilar lujosos coches y chóferes para de esta manera impresionar a otros con su riqueza cuando en realidad no pueden permitírselo, o que llegan a extremos muy parecidos haciendo exhibiciones externas de sí mismos. Conocemos individuos que fingirán ser abiertos y carecer de prejuicios si las circunstancias externas les indican que es aconsejable obrar así.

Y luego, se dan la vuelta y hablan en situaciones más íntimas de los italianos o los judíos que están destrozándoles la vida. Otros clamarár y vociferarán sobre los interminables males que esa joven generación que fuma yerba, mientras ellos toman sus quaaludes o píldoras de dieta u otras cosas para animarse.

Cuando se pregunta usted asombrado: ¿Pero a quién intentan engañar?, reconoce usted que esos individuos empezaron intentando engañar a otros como usted y al poco tiempo acabaron engañándose a sí mismos, extraviándose. Se dieron cuenta de que tenían que defender las falsas señales que habían transmitido al exterior, o vivir de acuerdo con las imágenes falsas de sí mismos que habían proyectado. Y como había sido el sistema de señales externas el que había proporcionado en primer término las falsas imágenes, intentar atenerse a ellas llevó inevitablemente a una dependencia mayor de las señales externas.

 

Para llegar a ser sincero consigo mismo
Si ha decidido usted preguntarse a quién está engañando con esos pensamientos y esa conducta controlados externamente, y ha llegado a la conclusión de que es un error intentar engañar a alguien respecto a lo que es usted, va por el buen camino hacia lo que yo llamo auto sinceridad total. Quizás haya empezado ya a identificar parte de las defensas y falsedades que ha utilizado hasta hoy. En tal caso, el paso siguiente para llegar a ser verdaderamente sincero consigo mismo no es ir a confesarse o sentirse culpable por algo que ha hecho en el pasado.

Significa simplemente aceptar que ha estado haciendo ciertas elecciones autoengañosas, y luego ha pasado a oponerse a ello por el procedimiento de estimular y cultivar su capacidad de confiar en sus señales internas.

Autosinceridad significa liberarse de la necesidad de valorar los propios méritos en términos externos y, en vez de analizarse lo más objetivamente posible, procurando sobre todo vivir más del modo en que usted quiere vivir ahora, en vez de ser primordialmente fiel a su modo de siempre.

Significa mirarse cara a cara en el espejo y sentirse a gusto porque hoy desea ser sincero consigo y con todos los demás. La autosinceridad exigirá que valore usted sus fuerzas y debilidades de modo realista, que identifique esas defensas que ha erigido contra sus señales internas y procure eliminarlas de su vida diaria.

No tiene por qué hacer declaraciones públicas ni explicar a otros su programa si desea lograr la autosinceridad. Gasta con que se comprometa interiormente a ser todo lo que puede ser, y reconocer que ningún otro puede darle a usted la verdad ni la autosinceridad. Debe usted enfrentarse a sí mismo y descubrir la verdad que hay en su interior, por sus propias luces, porque está convencido de que es importante. Puede decidir usted seguir enviando señales externas falsas para engañar a otros respecto a sí mismo, pero, aunque lo hiciese, por lo menos, puede empezar ya a ser sincero totalmente consigo mismo.