La transpiración, o sudación, es la secreción de sudor por los poros de la piel.

Su función es mantener estable la temperatura del cuerpo a 37°C.

La definición que sigue se refiere a una persona que sufre de transpiración abundante y anormal, no generada por un acto natural (como un esfuerzo sostenido) ni provocada por una sesión de sauna; también atañe a la persona cuyo volumen de sudor expulsado es considerablemente reducido.

Como el 95% del sudor está compuesto por agua, todo problema con la sudación está directamente relacionado con un problema emotivo. El líquido corporal representa simbólicamente a nuestro cuerpo emocional. La persona que no transpira lo suficiente es aquella que siente muchas emociones y las reprime por miedo a herir a los demás.

En general, también tiene problemas dérmicos. La persona que transpira demasiado es aquélla que, después de haber reprimido mucho sus emociones, llega a su límite emocional y ya no puede reprimirlas más.

Por medio de esta transpiración abundante su cuerpo le está diciendo que se exprese, aunque lo que tenga que decir no tenga mucho que ver con los demás. Al principio es posible que se sienta un poco torpe al hacerlo por falta de práctica; sólo tiene que prevenir a los demás para prepararlos psicológicamente.

Si el sudor viene acompañado de mal olor, la persona tiene pensamientos de ira hacia sí misma. Está resentida consigo misma por todas las emociones negativas que ha acumulado desde hace muchos años. Le urge perdonar a aquéllos con quienes vivió estas fuertes emociones y, sobre todo, perdonarse.

El mensaje es muy claro. Tu cuerpo te muestra que lo que crees con respecto a la expresión de tus emociones no te beneficia.

Tus emociones reprimidas no te sirven para nada. Si aprendes a expresarlas más, dejarás de culparte por sentirlas, y así podrás restablecer contacto con tu sensibilidad.

Lo ideal es ser sensible sin vivir de las emociones.